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NUESTRA HISTORIA

Asociación Española de S.M. de Punta Alta. Sus Orígenes Punta Alta, 2010

autoridades Municipales Néstor Hugo Starc INteNdeNte MuNIcIPAl Fernando Quiroga dIRectOR de cultuRA equipo de trabajo coordinación general Prof. luciano Izarra investigación lic. Gustavo chalier textos lic. Gustavo chalier ficha técnica Arq. Graciela Britos diagramación y diseño d.G. Mauricio Rossello colaboradores Prof. Fernanda Martel Prof. Romina Amarfil Prof. Guillermo Bertinat impresión Multigráfica autoridades Asociación Española Presidente Juan carlos eScAlAS Vicepresidente daniel Atilio GeNeS Secretaria Alicia cHAPARRO Pro Secretario eduardo Raúl de lA IGleSIA Tesorero carlos Rodolfo SOlÍS Pro Tesorera Ana Inés MeZQuItA Vocales Titulares Augusto Alfredo AlVAReZ José luís RuBIO ORtÍZ Javier MuSSINI Myrta HIMScHOOt elsa Josefa uNAMuNO Vocales Suplentes Aurelia ARAMBeRRI Severiano ARGÜellO María Inés GAGO Gladis BIAGGINI estela ester MeNÉNdeZ Rosario Nélida ZAPAtA JUNTA FISCALIZADORA Titular teresa ROdRIGueZ Pedro AlcARAZ SedeR Ofelia SuÁReZ Suplente Verónica elizabet ROdRIGueZ Rocío lorena PeRedA PRÓLOGO El presente trabajo se inscribe en la labor permanente que el Archivo Histórico Municipal de Punta Alta desarrolla con otras instituciones de la ciudad, a fin de historiar sus primeros años y realizar una tarea constante de rescate y revalorización de los ideales primeros que las animaron. Pues si de algo sirve conocer los orígenes de una institución, es la de abrevar en las aguas siempre límpidas de sus primeros días y conocer los propósitos que tuvieron sus pioneros a fin de poder proyectar un futuro que no reniegue de ellos, sino que los potencie a través de las nuevas generaciones. Además, la historia de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Punta Alta es la del asociacionismo en nuestra ciudad. En efecto, a partir de ese 1910 nuestra ciudad verá surgir otras muchas instituciones que tomaron su ejemplo y muchas de las cuales continúan hoy actuando en nuestro medio. Por eso es importante remitirse a los orígenes, para justipreciar las dificultades que tuvieron que afrontar esos primeros hombres y evaluar las soluciones que encontraron, siempre apostando a una mancomunidad de intereses. En estas páginas el lector hallará jalones importantes de las cuatro primeras décadas de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Punta Alta, que marcaron su derrotero institucional y que se proyectan en acción futura. Punta Alta, julio de 2010 Luciano Izarra Archivo Histórico Municipal

1. InmIGRacIÓn y PObLamIenTO


1.1. Punta Alta y la inmigración Hablar de inmigración en Pun- ta Alta es prácticamente hablar de su proceso de poblamiento. En un país de fuerte presencia europea como la Argentina, era natural que una ciudad nueva se poblara mayo- ritariamente de extranjeros en bus- ca de nuevos horizontes. En ese marco, generalmente se habla de la etapa de inmigra- ción masiva, que se abre en 1880 y se cierra en 1930, años que corres- ponden a los momentos liminares de la población de Punta Alta. Más allá de las múltiples im- plicancias sociales, económicas, políticas y culturales del fenómeno inmigratorio en la Argentina, éste es particularmente ostensible en las nuevas poblaciones surgidas al compás del ferrocarril o de las in- versiones estatales, donde el grue- so de los nuevos pobladores eran extranjeros provenientes allende el océano. Tal el caso de Punta Alta, don- de la doble acción del Estado (me- diante la decisión de construir el puerto militar) y el capital privado (el Ferrocarril del Sud, cuya línea desde Grünbein a Baterías le dio la ubicación y la topografía a la na- ciente población), determinaron el asentamiento veloz de un gran nú- mero de habitantes que vinieron a trabajar en los obrajes o a proveer de servicios a los pobladores que se establecían en creciente núme- ro desde las postrimerías del siglo XIX.



1.2. Inmigración española en la Argentina Existe un chiste mexicano que define así a un argentino: “Un señor italiano que habla español, viste como un inglés, piensa que es francés, llora como un judío y vive como un latinoamericano”. Otro dicho, más ingenioso que cierto, expresa: “Los mexicanos y los pe- ruanos descienden de los indios, pero los argentinos descienden de los barcos”. Más allá de las humo- radas, y que estas frases obvian verdades perceptibles (la influencia visible de culturas indígenas en los hábitos argentinos, perceptibles en la costumbre del mate, o en la mú- sica folklórica y la no menor de los africanos, que se vivencia en el vo- cabulario y en ciertos ritmos como el tango), lo cierto que el resto de los latinoamericanos y los mismos argentinos perciben al país como poblado por descendientes de euro- peos, “descendidos de los barcos” y que dejaron una impronta indeleble en la sociedad. Dentro del contingente huma- no que se volcó sobre estas costas desde mediados del siglo XIX, los españoles ocupan un lugar desta- cado, no solo por su número (fue- ron la segunda colectividad detrás de los italianos), sino por algunas particularidades que la distinguen del resto de los europeos. Para comenzar, hay que decir que la historia de la inmigración española a las tierras argentinas no principia, como la de otras etnias, con la Gran Inmigración iniciada a mediados del siglo XIX. Por el con- trario, se remonta varios siglos en el tiempo, puesto que la presencia es- pañola en el actual territorio argen- tino data desde los tiempos mismos del virreinato. Lógica determinada por el mismo proceso histórico que hizo de España la nación que explo- ró y conquistó los vastos territorios del sur de América. Aquí se afin- caron españoles de todas las re- giones, sin distinción. Y junto a los criollos (sus hijos, y descendientes nacidos en suelo americano), los indígenas y los en ese entonces nu- merosos africanos (traídos como esclavos), empezaron a organizar lo que es hoy la sociedad de nuestro país, profundamente mestizada. Mucho antes de la inde- pendencia, los españoles introdu- jeron los primeros ejemplares de ganado caballar (1536), ovino (1550) y bovino (1553). Empero, contra lo que podría suponerse, los españoles que mi- graron durante la colonia al actual territorio argentino fueron relati- vamente pocos, en relación con la población existente. La mayoría ha- bían llegado en su carácter de con-


Segunda fundación de Buenos Aires, por Juan de Garay. Oleo de José Moreno Carbonero. (Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires)


quistadores y colonizadores, como funcionarios de la Corona “En 1700 había en el Virreinato del Río de la Plata unos 2.500 eu- ropeos. Al llegar el año 1810 eran apenas unos 6.000, sobre un total de población de 700.000 habitantes en el actual territorio nacional. A diferencia del proceso de conquista desarrollado por los británicos en Estados Unidos, basado en el esta- blecimiento de colonias agrícolas, los españoles tendieron a la coloni- zación urbana y dejaron territorios sin ocupar como Chaco, Patagonia y La Pampa, lo que incidió en forma determinante en el desarrollo de- mográfico” 1 Es decir, más que de orden de- mográfico, la influencia hispana fue cultural. Tal como ocurriera poste- riormente con los británicos en la Argentina, el influjo cultural exce- dió con mucho al número de per- sonas radicadas en el país. España trajo a la América meridional todo el bagaje de la civilización occiden- tal, es decir, los usos y costumbres europeos, junto con la religión ca- tólica y el idioma, elementos éstos impuestos de forma más o menos compulsiva al conjunto de la pobla- ción americana. Después de la independencia del territorio argentino de España y, más velozmente con la llamada Organización Nacional, la pobla- ción argentina cambia cuantitativa y cualitativamente. Su número y



composición se trastoca profunda- mente al compás de las migracio- nes ultramarinas que, procedentes en su mayoría de Europa, cruzaban los mares hacia los llamados paí- ses nuevos, es decir, Estados Uni- dos, Australia, Uruguay, Brasil y la Argentina. Se ha calculado que entre me- diados del siglo XIX hasta finalizada la Segunda Guerra Mundial, más de 6.600.00 inmigrantes arribaron a la Argentina de ellos, poco menos de la mitad volvió a sus lugares de origen, por lo que se generó de este modo un saldo favorable de, aproxi- madamente, cerca de 3.500.000 personas radicadas de manera de- finitiva. Pero más que el número, la proporción de extranjeros sobre la población nativa del país lo que impresiona, máxime en relación con los otros destinos mayorita- rios de inmigración: si en 1869 los inmigrantes eran el 12% del total de habitantes, esta proporción su- bió a 25,5% en 1895 hasta alcanzar un tope del 30,3 % en 1914. Estados Unidos, por caso, jamás llegó a te- ner más de un 12% de población extranjera en el conjunto de su te- rritorio. “Toda América recibió inmi- grantes a lo largo del siglo pasa- do. En mayor número, los Estados Unidos. Pero ninguno recibió tantos como la Argentina en relación a su población local. Ninguno vio sus ciudades y sus campos tan profun- damente trastornados y modelados por hombres de otras culturas, al punto que hoy no hay aspecto de la vida argentina que pueda desvincu- larse de este hecho. La manera de hablar, de amar, de trabar amistad; la comida, la música, la política, la educación de los hijos, el deporte, los gestos, los juegos, la religión, están teñidos con su presencia” 2. Pese a los más de dos millo- nes de españoles que arribaron a la Argentina entre la caída de Rosas y el inicio de la Segunda Guerra Mun- dial, ocuparon el segundo lugar, después de los italianos, entre las colectividades extranjeras y en el flujo de arribos, tal como lo mues- tra el cuadro Nº1. Dicho cuadro amerita una ex- plicación, dado que algunas nacio- nalidades se subsumían, depen- diendo los años, en distintos esta- dos multiétnicos, lo cual provocaba que muchas veces el pasaporte no reflejara la variedad étnica de quien lo portaba. Así, bajo el rótulo de rusos, además se comprendía a bielorru-


2 Wolf, Ema y Cristina Patriarca: La gran inmigración, p. 21.


Cuadro Nº1 Inmigración bruta por nacionalidad (1857-1940) Dirección Nacional de Migraciones, 1970 sos, ucranianos, lituanos, letones y estonios, alemanes del Volga y ju- díos askhenazis que estaban bajo el antiguo Imperio Ruso y, luego de 1917, bajo la URSS. La mayoría de los comprendidos bajo el rótulo de “turcos” son en realidad árabes (si- rios, libaneses en su mayoría) que hasta 1918 entraban con pasaporte del Imperio Otomano (turco). El antiguo Imperio Austrohúngaro comprendía hasta 1918 a austría- cos, húngaros, checos, eslovacos, rumanos, eslovenos y croatas. Los británicos, claro está son ingleses, escoceses, galeses e irlandeses. Yugoslavia comprendió desde su creación en 1918 hasta su disolu- ción en la década de 1990, a eslove- nos, croatas, serbios, macedonios y montenegrinos. Dicho esto, es necesario aho- ra explicar por qué esas inmensas cantidades de seres humanos se avinieron a cruzar el Atlántico par- ticularmente hacia la Argentina. En este contexto, los migrantes espa- ñoles obedecieron a las generales de la ley, con algunos componentes particulares de la situación penin- sular. A mediados del siglo XIX Eu- ropa comenzó a experimentar una gran presión demográfica originada fundamentalmente en el mejora- miento de los índices de bienestar poblacional: es decir, la mengua de la tasa de mortalidad y en el man- tenimiento de la tasa de natalidad, lo cual trajo aparejado el incre- mento de la población europea. El crecimiento demográfico impactó de manera diferente a lo largo del continente europeo. Allí donde la industrialización estaba extendida, se pudo hacer frente al crecimien- to poblacional (el norte de Europa, por ejemplo, o ciertas regiones de la Europa mediterránea como la Italia septentrional o Cataluña) En cambio, en los lugares donde este proceso industrial era nuevo o poco


extendido, como por ejemplo los países meridionales o de Europa del Este, el excedente poblacional originó graves problemas sociales y políticos, que hizo de estas las regiones expulsoras por antono- masia. La revolución en los transpor- tes (el ferrocarril, el mejoramiento de los caminos y la mejora de los buques transoceánicos) posibilitó el fácil desplazamiento de grandes contingentes de población. Todas estas mejoras llevaron a un abara- tamiento de los pasajes, lo que hizo que mayor cantidad de personas es- tuviesen en condiciones de abordar los barcos hacia su destino final. A estos factores se le debe su- mar el componente ideológico del liberalismo. Las leyes favorecieron el desplazamiento de los ciudada- nos, al suprimirse las normas que lo limitaban. Por otra parte, se in- funde un ideario de libertad indivi- dual, donde el individuo es dueño de su vida y el progreso material se buscaba en cualquier parte, aún allende el océano. “Varios autores afirman, y a su vez desmitifican, las razones de la emigración. Una es el hecho que fue la ambición más que la pobre- za lo que llevó a emigrar a grandes contingentes de personas. Y la otra fue la alta tasa de alfabetización de los emigrantes, lo que hace supo- ner que, por lo menos en España, no fueron los sectores más pobres de la sociedad quienes emigraron, sino los sectores intermedios. Estas necesidades de Europa coincidieron con las necesidades de las elites americanas, permitiendo la aparición de este gran fenómeno social, político y económico” 3. Por otra parte, el país recep- tor (en este caso la Argentina) es- taba preparado para absorber a los millones de personas que llegaron en eso días. Recordemos que la constitución de 1853 estableció la igualdad de derechos a todos los habitantes, sin distinción de nacio- nalidades, y fomentó tácitamente la inmigración, al hacerla una obli- gación del Poder Ejecutivo. Por otra parte el país tenía ne- cesidad de integrarse al mercado mundial, como proveedor de pro- ductos agropecuarios que necesi- taba. Para ello se contaba con una zona muy apta para la explotación agropecuaria: la llanura pampeana, cuya explotación requería mano de obra y capitales, escasos en la Argentina. El mejoramiento y ex- pansión de las áreas agrícolas y la


3 Garabedian ,Marcelo: La inmigración en la Argentina moderna


construcción de la infraestructura necesaria para explotarlas y ex- portar sus productos (ferrocarriles, puertos, etc) necesitaba de brazos con que el país no contaba. No obstante, había inmigran- tes que se preferían a otros. Con una concepción rayana al racismo muy propia de la época, se pensaba que los europeos eran los más de- seables y dentro de ellos, eran pre- feribles los anglosajones y germa- nos por sobre los latinos y eslavos. Un funcionario de migraciones de fines del siglo XIX definía en estos términos cómo debe ser la inmigra- ción que ingrese a la Argentina, “…De los indígenas america- nos, los nuestros, poco numero- sos, se han extinguido, otros se van mezclando y así desaparecerá la Cuadro Nº2 raza; los del Perú, Bolivia y Brasil, no podrán venir a nuestros suelo; los africanos o de origen africano, es decir, los negros, no serán ad- mitidos como masa inmigratoria, aunque haya habido exploración de intenciones; ni tampoco se po- drá consentir entrar a los asiáti- cos, como inmigrantes numerosos, porque alterarán la homogeneidad, claramente prescripta, para nues- tra población, que conviene sea úni- camente de origen europeo” 4 No obstante, el origen de los inmigrantes que arribaron a la Ar- gentina fue mediterráneo en su gran mayoría, según se aprecia en el cuadro Nº2, con una presencia sustancial de latinoamericanos y no europeos.


4 Alsina, Juan, La inmigración en el primer siglo de la Independencia, Buenos Aires, 1910., cit. por Marcelo Garabedian, La inmigración en la Argentina moderna


“Considerando decenios pue- de observarse que, excepto el co- rrespondiente a los años 1911-20 y 1931-40, los italianos constituyen el contingente más numeroso, si- guiéndole en orden decreciente, los españoles, polacos, rusos, france- ses, alemanes y austrohúngaros. Proporcionalmente en todo el pe- ríodo, la inmigración italiana repre- senta el 43,7%, la española, 33,8%; en conjunto el 77,5%” 5 De este cuadro se desprende además, que la inmigración espa- ñola a la Argentina tuvo su mayor importancia en los diez primeros años de este siglo, hasta la Primera Guerra Mundial, cuando proporcio- nalmente llegó a ser mayor que la italiana. Posteriormente fue en dis- minución hasta la postguerra euro- pea en que repuntó nuevamente. En el caso específico de la in- migración española, puede decirse que, además de las razones arriba expuestas, existieron causas espe- cíficas del desplazamiento de am- plios contingentes humanos desde España a la Argentina. Entre las causas de orden eco- nómico-social, se pueden consig- nar, junto a la historiadora bahiense Jorgelina Caviglia, la gran polariza- ción social existente en la España del siglo XIX. Entre los factores de pauperización social se destaca el régimen de tenencia de las tierras, basada en zonas de Andalucía y Ex- tremadura en el latifundio, es decir, extensas propiedades subexplo- tadas trabajadas por campesinos empobrecidos; o, al contrario en el norte de la península, en el mini- fundio que era incapaz de alimentar a una familia. Por otra parte, el proceso de desamortización de tierras de la iglesia y de la nobleza (comenzada a mediados del siglo XVIII) condujo a la privatización de estos terre- nos y al subsiguiente despojo de los campesinos que, desocupados, tenían como opciones o caer en el bandolerismo (como en Andalucía) o emigrar, ya que la raquítica in- dustria española no podía absorber la mano de obra6. Entre las causas políticas, puede mencionarse el extenso y duro servicio militar obligatorio. En muchos casos los jóvenes huían de él, pues duraba tres a siete años y los obligaba a luchar en las colo- nias españolas del norte de África. Tan extendida estaba la práctica de la deserción que en el caso de Asturias y durante el periodo 1915-


5 Panettieri, José: Inmigración en Argentina, p.38 6 Cfr. Caviglia, Jorgelina: Inmigración ultramarina en Bahía Blanca, p. 13 y ss.


1920 el 40% de los jóvenes huyeron para no cumplir el servicio militar7. Por eso no es de extrañar que los inmigrantes provinieran de los lugares donde se daban con más frecuencia y en mayor medida los problemas que antes se expusie- ron. Los primeros inmigrantes es- pañoles provinieron mayoritaria- mente de las islas Canarias, donde se verificó un mayor crecimiento poblacional. Luego, vinieron los del norte de España: Galicia, Santander, Oviedo, región asolada por los minifundios; y los del sur español (Extremadura, Andalucía). Como deja traslucir el cuadro Nº3, la mayor sangría de inmigran- tes la sufrieron Galicia y Andalucía, que integraban, además, el lote de las regiones más pobladas de Es- paña en la época. Al decir de la historiadora ar- gentina María Bjerg, “Observado a escala regional, el rasgo más notorio del flujo espa- ñol es la persistencia de una larga


Cuadro Nº3 Provincias de origen de los inmigrantes españoles. Emigrantes cada 10.000 habitantes (1897) (Adaptado de Jover Zamora, José María y otros: España: sociedad., política y civili- zación (siglos XIX –XX), p.292) 7 http://sauce.pntic.mec.es/jotero/Emigra1/emigra1ra.htm


tradición de migración gallega en la que algunas provincias y comarcas específicas mantienen durante dé- cadas el vínculo con la Argentina. Por ejemplo, hasta los años 1860, la mayor parte de los gallegos que llegaban a Buenos Aires provenían de Pontevedra y de La Coruña. Em- pero, durante la última parte del siglo XIX, la información sobre las posibilidades del país como desti- no migratorio fue extendiéndose de manera lenta pero constante, desde el litoral marítimo al interior de Ga- licia, de modo que, durante los pri- meros años de la década de 1900, Orense y Lugo proporcionaron casi la mitad de la población gallega que emigraba hacia Buenos Aires” 8 Esta suerte de “contagio” que habla Bjerg fue metaforizada a tra- vés de la palabra “fiebre”. Era en el siglo XIX muy común entre los españoles embarcados hacia la Ar- gentina hablar de “fiebre argentina” o “fiebre americana”, para referirse al impulso de migrar. Pero como lo expresa acertadamente un estudio- so español del tema, este “conta- gio” no era viral, sino de informa- ción. A través de cartas, informes y coplas, el imaginario popular vio en el acto de emigrar un sinónimo de progreso y en el Río de la Pla- ta un destino pletórico de riquezas; como lo demuestran algunas coplas folklóricas, una de ellas vasca: “Ameirikatara joan nintzan xentimorik gabe andik etorri nintzan maitia bost milloien jabe txin, txin, txin, txin, diruaren otsa, aretxek ematen dit maitia biotzian poza” (Me fui para las Américas, Sin un céntimo, Y volví, querida, Con cinco millones Tlin, tlin, tlin, tlin, El sonido del dinero, Esto es, querida, Lo que alegra mi corazón) 9 Y la otra en idioma gallego: “Teño de ir a Buenos Aires Anque sea por un ano Anque no traiga diñeiro, Traigo o aire americano” 10 Esta fortísima presencia de oriundos de Galicia entre los inmi-


8 Bjerg, María: Historia de a inmigración en la Argentina, p. 27 9 Moya, José C.: “La ‘fiebre’ de la emigración: el proceso de difusión del éxodo trasatlántico español. 1850- 1930”, p.29 10 Moya, José C.: “La ‘fiebre’ de la emigración: el proceso de difusión del éxodo trasatlántico español. 1850- 1930”, p.29


Regiones Autónomas de España 1 Andalucía 2 Aragón 3 Asturias 4 Castilla y León 5 Castilla La Mancha 6 Cantabria 7 Cataluña 8 Extremadura 9 Galicia 10 Islas Baleares 11 Islas Canarias 12 Madrid 13 Murcia 14 Navarra 15 País Vasco 16 La Rioja 17 Valencia


grantes peninsulares explica que el sobrenombre (mitad peyorativo, mitad cariñoso) de “gallegos” dado popularmente en la Argentina a todo español, sea cual fuere su re- gión de procedencia. Hubo además un plus que de- cidió a los contingentes españoles acercarse a estas costas: el idioma, que facilitaba el ingreso al mundo laboral y social y los aventajaba respecto a otros inmigrantes de di- ferente nacionalidad. Identidad de lengua que también lo era de cos- tumbres, idiosincrasia y modo de vida muy similares a las existentes en la Europa mediterránea. Actualmente la inmigración (que en Argentina es vista historio- gráficamente como un aporte posi- tivo), retrospectivamente adquiere la dimensión de tragedia para los que, como los españoles, vieron partir a millones de sus ciudadanos. Al decir de investigadores hispanos en un libro reciente, “En cuanto a la emigración al extranjero, estallará precisamente en esta época [tres últimas déca- das del siglo XIX] como una plaga nacional; centenares de miles de ciudadanos españoles habrán de abandonar para siempre la Penín- sula, en busca de un trabajo que el deficiente desarrollo económico de nuestro país no les da. […] La libertad de emigrar, así como la agilización de los trámi- tes necesarios para abandonar el territorio nacional, datan de ene- ro de 1873. El saldo migratorio de 1.200.000 personas entre 1882 y 1902 ha de considerarse como una gran pérdida humana y económica, sobre todo si tenemos presente que se trata generalmente de personas jóvenes. […] Por lo demás, la figu-


ra del indiano rico, mitificado por la literatura o la zarzuela, está en la mente de todos, mientras han que- dado en el olvido los miles de víc- timas que sucumbieron después de una vida llena de dificultades” 11 1.3. El proceso de poblamiento de Punta Alta Al hablarse de poblamiento inicial en Punta Alta, inmediata- mente viene a la mente, además de las obras de la Base Naval de Puer- to Belgrano, la imagen de cientos de inmigrantes volcándose como una marejada humana a las costas de la ría. Si bien esta primera percep- ción es correcta desde el punto de vista histórico, corresponde a una visión un tanto simplificada del de- venir de la región, centralizada en torno a una suerte de “historia ofi- cial” que se vino repitiendo sin ma- yor crítica a lo largo de buena parte del siglo XX. Apenas se indaga sobre el pa- sado puntaltense, se anoticia que no todo empezó con la construcción del llamado Puerto Militar. Es más: hubo españoles que fueron importantes para la historia de Punta Alta mucho antes de que ella siquiera se vislumbrara en el horizonte de la historia. Uno de ellos, fue el gallego Joaquín Fernández Pareja, del que se tienen pocos datos biográficos pero cuyo nombre está indisoluble- mente asociado a la historia y a la toponimia de la región. Bernardino Rivadavia (descen- diente él también de gallegos), por entonces ministro de gobierno de la provincia de Buenos Aires deseaba, establecer un puerto en el territorio provincial para sacar lo producido en tierras susceptibles de recibir agricultores establecidos en colo- nias. El 21 de noviembre de 1823, envió una misión de reconocimiento a la bahía Blanca a bordo de la go- leta estadounidense Clive. Iba como piloto Joaquín Fernández Pareja, quien conocía la costa meridional bonaerense sólo por referencias. Joaquín Fernández Pareja na- ció en Galicia el 3 de abril de 1781 y luego de egresar de la Escuela de Náutica, llegó a Buenos Aires en 1808. En 1810 abrazó la causa de la Revolución contra España. Prestó servicios como navegante y, en al- gún momento no determinado, fue capitán de milicias nombrado por Juan Manuel de Rosas12.


11 Jover Zamora, José María y otros: España: sociedad., política y civilización (siglos XIX –XX), p.290. 12 Cfr. Guardiola Plubins, José: Historia de los españoles en Bahía Blanca, pp.83 y 84


Reproducción de firma original de Joaquín Fernandez Pareja


A lo largo del siglo XIX hubo en la zona un amplio movimiento de- mográfico y económico que, si bien esta supeditado a un carácter rural, no por eso era inexistente ni dejó de tener importancia. Las llamadas “tribus amigas” de la Fortaleza Protectora Argenti- na (hoy Bahía Blanca) hacia 1870 se asentaron en terrenos fiscales lin- deros a lo que habría de ser luego Punta Alta otorgadas en recompen- sa por los servicios prestados en la defensa del asentamiento militar. Las “suerte de estancias”, es decir, las tierras de los Linares, Ancalao o Antenao eran establecimientos rurales donde criaban ovinos y va- cunos. La gente de Ancalao tomó po- sesión de las 5000 hectáreas en lo que es hoy Ciudad Atlántida y Arroyo Pareja, mientras que los Linares se asentaron en las tierras que luego ocuparon las Baterías de costa de la Base Naval. Allí permanecieron hasta que comenzaron las obras del Puerto Militar, cuando fueron desalojados sin reparos13. Independientemente de las parcialidades indígenas, los prime- ros pobladores blancos de los que se tienen noticias fueron el Tte. Co- ronel Manuel Leiva (o Leyba) y su esposa Felipa Araque, quienes se instalaron en un campo que ocupa- ba lo que hoy es el centro de Punta Alta. Fallecido Leyba, su viuda ins- taló una pulpería. En 1866, el agri- mensor Christian Heusser de Bahía Blanca realizó la mensura del cam- po que Felipa decidió vender a Luis Bartoli, de Buenos Aires. Otros habitantes que tradi- cionalmente se mencionan como habitantes en los días previos al


13 Chalier, Gustavo: “2 de julio: la fecha fundacional de Punta Alta o el pasado prefigurado desde el poder”


establecimiento de la Base Na- val son pobladores más o me- nos aislados que se dedicaban a diversas tareas (mercachifles, boli- cheros, etc.), algunos de los cuales eran italianos:14 De manera concomitante, se descubrieron las posibilidades na- turales brindadas tanto por el nicho ecológico de la ría, comprendiendo las islas adyacentes (como Zuraita y Embudo, entre otras) Prospera- ron numerosos emprendimientos, y se fue transformando progresi- vamente el espacio natural. Tal el caso de la explotación de chañares y piquillines que crecían en las islas y constituían una fuente de energía barata y abundante para las embar- caciones que merodeaban la zona. Hacia 1894 dicha actividad fue re- gulada por el Estado, imponiendo el abono del 10% de las ganancias obtenidas por los encargados de ese negocio. También cobró importancia la explotación ganadera, desarrollada en las mismas islas y al margen de los emprendimientos antes citados. El primer caso del que existen da- tos corresponde a un norteameri- cano llamado Joseph Arnold, que se arriesgó en la exploración de la isla Verde con la idea de determi- nar sus condiciones para la cría del ganado ovino. Ello tuvo como resul- tado la instalación de una estancia con 5000 ovejas, por el año 1852. Si bien a finales del siglo XIX la industria pesquera estaba re- presentada por humildes marinos, la mayoría italianos, existió en 1891 una importante compañía pesquera a cargo de Eusebio López, la que había obtenido una concesión que le permitía ejercer un gran mono- polio. “Pero más significativo fue un proyecto que aún no tenía antece- dentes en el país, la instalación de un criadero de ostras. En 1894 el señor Eugenio Pinsolles y Cia., de procedencia francesa, decidió darle empuje a dicho propósito en Arroyo Pareja. Constituyó una tarea ardua y costosa, debido a que tenía que introducirse las ostras madres que servían de semilla e intentar su adaptación a las aguas de la bahía. En un primer momento los trabajos dieron resultados positivos, pero hacia 1896, la actividad fracasó, sin ser conocidos fehacientemente los motivos. En “El Gran Álbum de Pun- ta Alta”, se presume que pudo ha- ber sido las fuertes corrientes del canal o el restringido consumo, que la hacía poco rentable. Al año siguiente, en 1897, don


14 Chalier, Gustavo: Los italianos y las construcción del Teatro Colón, p.18


Francisco Torrontegui junto a su familia deciden instalar una fábrica de conservas de pescado en Arroyo Pareja siendo una de las primeras industrias locales. La bahía tuvo su mayor de- sarrollo económico a partir de la creación del Puerto Militar, que trajo aparejada la llegada de futu- ros pobladores de todas partes del mundo, principalmente italianos y españoles. Algunos de ellos, con trayectoria pesquera además de desempeñarse como operarios civi- les de la base, poseían sus respecti- vas canoas y lanchas con las cuales incursionaban en la bahía” 15. Sr. Francisco Torrontegui Es de destacar que merced a la labor de un español, Punta Alta contó con su primer establecimien- to industrial: la ya nombrada planta enlatadora de pescado, propiedad del vasco Francisco Torrontegui. Torrontegui era natural Gamiz, provincia de Vizcaya y llegó a la Argentina a fines de la década de 1880. Aquí emprendió la activi- dad pesquera en proximidades de Puerto Galván asociado con otros paisanos16. t t e c y p c l t b v f l a l Decidido a probar suerte de manera independiente, se instaló en Arroyo Pareja. A orillas de esa caleta, levantó una vivienda para su familia y un galpón, donde se ins- alaría esta primera industria pun- altense, llamada La Vascongada, n homenaje a su tierra. De manera asi artesanal, se armaban las latas se envasaba el pescado (corvina, escadilla, lenguado, congrio, lisa), onvenientemente esterilizados os envases con autoclave. La ma- eria prima se pescaba en la misma ahía, mediante una ballenera y arias embarcaciones menores. La alta de protección aduanera contra os productos importados, hizo que, l cabo de diez años, cerrara la en- atadora17.


15 Amarfil, Romina: La ría de la bahía Blanca, p. 7 16 La primera industria puntaltense. p.1 17 Cf. UCIAPA (Unión del Comercio, Industria y Agro de Punta Alta) Puerto Rosales. Punta Alta y su proyección portuaria, N° 1, s/p


De este modo, tenemos asen- tados previamente a la construcción de la Base Naval en las tierras que posteriormente serían rosaleñas a un número bastante importante de personas que desarrollaban múlti- ples actividades económicas, lo que socava la idea de que ésta fue asen- tada en un arenal desierto y huero. 1.4. Los factores de desarrollo puntalntense La decisión del gobierno nacio- nal de construir un Puerto Militar en la bahía Blanca se tomó a partir de ciertas concepciones geopolíti- cas imperantes a fines del siglo XIX. que ponían especial acento en la importancia del poder naval para el desarrollo de las naciones con im- portantes litorales marítimos. Ar- gentina, como el resto del mundo, se avino a esa idea, propiciada por su extenso litoral atlántico. Ade- más había en esa época otro factor de peso para impulsar el desarro- llo de la capacidad de la marina de guerra: el peligro inminente de un enfrentamiento armado con Chile debido a cuestiones relacionadas con el trazado de los límites fron- terizos. Así, a partir de 1897 comenza- ron los trabajos preliminares de la obra, que tuvo al capitán Félix Du- fourq como su mentor y promotor y al ingeniero Luigi Luiggi como su factótum. Con motivo de estos trabajos, llegaron a la zona de Punta Alta un importantísimo contingente de per- sonas, atraídos por la posibilidad de trabajo.



Hasta 1900 arribarían y se ins- talarían en las inmediaciones del Puerto Militar alrededor de 2800 obreros, afectados a los trabajos de construcción de las diversas insta- laciones y dependencias, cifra que luego oscilaría en los 1300 indivi- duos, para luego reducirse apenas a una centena al concluir los traba- jos18. Así y todo, la finalización de las obras navales no significarían el despoblamiento del lugar ni mucho menos. Por el contrario, a la altura de aquellos acontecimientos tres pequeños núcleos poblacionales se habían formado. El primero se encontraba en Arroyo Pareja, como se dijo antes, asiento principal del movimiento de los materiales de las obras y tránsito obligado hacia las baterías. Allí había unas cinco pulperías, un almacén, una pelu- quería y una carnicería, que surtían a otras tantas casas de particula- res. La empresa La Argentina del Sud, de los señores Mora y Hervitt hacía el recorrido diario entre dicho paraje y Bahía Blanca, conduciendo pasajeros, mercaderías y corres- pondencia. Por el mismo tiempo, más al norte, a la altura de Ciudad Atlántida se estableció otro peque- ño grupo de viviendas, instalándose allí la primera panadería de la zona. Por último, unas cuantas casitas se habían levantado a la vera de las polvorientas calles Progreso y Transvaal, hoy Colón y Bernardo de Irigoyen. A dicha población se la lla- maba Punta Alta, o Uriburía, como el mismo ingeniero Luiggi la deno- minaba en sus planos, en homenaje al presidente Uriburu, impulsor de la ley de creación del puerto. Progresivamente se les fue- ron sumando otras viviendas como también comercios de diversa índo- le, crecimiento debido, sobre todo, al establecimiento de la estación de trenes, que permitía no sólo la re- cepción inmediata de las provisio- nes sino también un contacto relati- vamente fluido con la vecina ciudad de Bahía Blanca. Pueblo anárqui- co se lo llamaba, puesto que cada poblador se instalaba libremente, donde lo creyera conveniente, sin reparar en aspectos legales rela- cionados a la posesión de títulos de propiedad. No obstante, desde el punto de vista técnico, la traza urbana que se fue definiendo respetó un cierto orden, como puede observarse ya en el primer plano de relevamien- to que se tiene conocimiento, rea- lizado aproximadamente en 1903. Existía un cuasi damero de pocas manzanas cuadrangulares, unas


18 Cernadas de Bulnes, Mabel, “Autonomía”, p. 12.


Croquis de la ciudad de Punta Alta 1903


veinticinco, parcialmente edifica- das y agrupadas principalmente en la avenida Progreso, frente a la estación, como también en las dos primeras cuadras de la calle Trans- vaal, presagiando el eje articulador del futuro centro comercial. 1.5. Españoles en Punta Alta Obreros y no sólo obreros: también arribaron los necesarios comerciantes y proveedores para atender las necesidades de la cre- ciente población. Se produjo así una suerte de círculo virtuoso en que cada persona radicada atraía otra, encandilados todos por un progreso que se creía ilimitado. En el caso concreto de Bahía Blanca, su economía en expansión de principios del siglo XX hizo que la afluencia de inmigrantes fuera muy grande. En 1906, con la agricultu- ra de la zona en franco crecimien- to, las obras casi terminadas del Puerto Militar, por comenzarse los trabajos de construcción del Ferro- carril Rosario a Puerto Belgrano, y obras en los puertos de Ingeniero White y Arroyo Pareja, no era de ex- trañar que la proporción de extran- jeros haya llegado a un impresio- nante 56%. Y aún, buena parte del 44% de argentinos era hijo (o nieto) de inmigrantes. De esos pioneros que arriba- ron a suelo puntaltense, un gran número fueron extranjeros. Pero como casi no hubo inmigración di- recta hacia Punta Alta (las excep- ciones se mencionan más bajo) , la mayor parte de los trabajadores provenían de Bahía Blanca, de otros


sectores de la provincia o del resto del país, alentados en su traslado por la fuente de trabajo que proveía la construcción de la Base Naval. Luego, finalizado el grueso de las tareas de edificación, muchos de ellos abandonaron la zona, pero otros siguieron llegando, esta vez movilizados por la fantástica ex- pansión experimentada por Punta Alta entre 1900 y 1914. En situaciones histórico socia- les tan particulares como la puntal- tense de principios del siglo XX, no existen estadísticas fiables con las que se pueda reconstruir fehacien- temente la composición de la po- blación en aquellos años liminares. Por eso, resulta prácticamen- te imposible hacernos una idea, por aproximada que sea, del número de españoles que habitaban la Punta Alta inicial y, mucho menos, de las regiones donde provenían. Los po- cos ejemplos que hallamos de esos años tampoco sirven a fines esta- dísticos, pues son datos aislados o incompletos con los que no puede hacerse un análisis válido. Una herramienta para sortear estos obstáculos ha sido, como en un libro anterior dedicado a los ita- lianos en Punta Alta, el examen de las actas conservadas en el Regis- tro Civil de la Base Naval. Éste co- menzó a funcionar en 1901. La nómina de testigos que fi- guran en las Actas de Defunción de ese año es significativa (Ver cuadro Nº4). En ellas figuran datos como la nacionalidad y la ocupación de los comparecientes. Además, el núme- ro de testigos- 176-, es realmente un número elocuente, dado que Punta Alta contaba con 790 habitan- tes (sin contar los que vivían dentro de la Base Naval) en ese año, con- forme lo indicado a datos censales. Del análisis surge que el peso de los españoles en ese entonces era más bien exiguo, sobre todo si lo comparamos con los italianos, que los superan ampliamente el número.


Cuadro Nº4 Testigos de Actas de Defunción del Registro Civil de la BNPB (1901).


Esta proporción, empero, fue circunstancial, dado que en esos primeros años del siglo, aún los obrajes de la Base latían al pulso febril de las obras y se sabe que la mayor parte de los operarios eran italianos. Desgraciadamente la falta de material archivístico que de cuenta del número de españoles (siquiera aproximado) y de sus lugares de procedencia, conspiran contra todo intento de aproximarse a esta reali- dad demográfica. Sin embargo, puede conjetu- rarse que aquí también constituye- ron, al igual que en el resto del país, la segunda colectividad en número y su presencia debió registrase en to- dos los distintos sectores de la ac- tividad. Como se ha dicho, el idioma no era obstáculo (como en el caso de los italianos y otros extranjeros) para desempeñar labores adminis- trativas o burocráticas. Lo cierto que, a partir de esa fecha, el número de españoles afin- cados en Punta Alta fue creciendo paulatina y significativamente hasta lograr pasar los varios centenares en vísperas de 1910. Sabemos que la mayoría siguió el destino común a todo recién llegado a la ciudad: primeramente se desempeñaban en algún trabajo vinculado al Puer- to Militar.


Calle Humberto 1º, 1913.


La mayor parte de los españo- les que llegaron debieron de haber- se empleado en tareas da construc- ción del Puerto Militar: operarios de pico y pala pero también empleados en logística (encargados de provee- durías, depósitos, etc.); en este últi- mo tipo de tareas bien tuvieron que poseer la ventaja del dominio del idioma por sobre inmigrantes de otros orígenes. Dependiendo del empuje in- dividual y también de su nivel de escolarización, muchos de ellos lograron ascender socialmente al poner un comercio (asociado o no a otros connacionales) y edificar una casa en el pueblo naciente. De este modo, a fines de la década tenían la fuerza suficiente como para agruparse en la primera asociación étnica de la ciudad. 1.6 Inmigración directa a la bahía Blanca En un trabajo de este tipo, no puede faltar la mención somera a la experiencia de inmigración directa a nuestra zona, dado que involucra directamente a los españoles. En efecto, en 1911 y 1912 lle- garon 6.300 personas, mayoritaria- mente españolas19. A fines del siglo XIX la expan- sión económica de Bahía Blanca era motivada por la fuerza laboral de los inmigrantes y por eso pre- cisamente los necesitaba; a fin de fomentar una suerte de círculo virtuoso, las élites locales de ese entonces propusieron una serie de medidas tendientes todas ellas a promover la radicación de extranje- ros en suelo bahiense. A tal fin se crearon varios or- ganismos burocráticos: en 1884 abrió sus puertas una oficina local de inmigración, que atendía a los recién llegados. En 1887 se insta- ló la Comisión de inmigración, que tenía a su cargo la instalación de los inmigrantes tanto en la ciudad como en la región y que debía hacer conocer las posibilidades que ofre- cía la zona a los extranjeros. Hacia 1890, se construyó el Ho- tel de Inmigrantes en Bahía Blanca, como un intento del gobierno na- cional de propender la radicación de extranjeros en ciertos puntos del interior del país: allí tendrían, por cuenta del Estado, alojamien- to y comida gratis por unos días, hasta tanto consiguieran trabajo ya sea por contactos particulares o a través de la bolsa de trabajo que funcionaba en el mismo hotel. Sin embargo, tuvo poco uso y a partir de 1895 fue ocupado para residencia


19 Cfr. Caviglia, Jorgelina, p.53


de tropas del Ejército acantonadas en Bahía Blanca. Sin embargo, estos esfuerzos se mostraron insuficientes o, por lo menos, no estaban a la altura de las expectativas locales, que deseaban encarar una política más agresiva de atracción de inmigrantes a la re- gión sudoeste bonaerense. A partir de 1907 se comenzó a solicitar que se habilitase el puerto para entrada directa de contingentes europeos y se realizó una extensa campaña que culminó en enero de 1911 con el desalojo de los soldados que ocupaban el Hotel de Inmigrantes. Se lo acondicionó de modo que po- día albergar a 1500 personas, tenía dos grandes salas-dormitorio para hombres, una para mujeres, un es- critorio, sala de lectura y enferme- ría20. El 26 de febrero de 1911 llegó al puerto el vapor Santos, trayen- do inmigrantes que se alojaron en el Hotel. Sin embargo, a raíz de la intensa sequía que sufría la zona, muchos de los recién llegados se esparcieron hacia Buenos Aires, Tucumán, Rosario o Mendoza21. En palabras de la historiadora bahiense Jorgelina Caviglia: “El balance de la inmigración directa fue negativo […] y evidencia la improvisación con que se desa- rrollaba la política inmigratoria en el país. En total, las remesas hasta 1914 fueron quince y el número de inmigrantes superó los seis mil […] El experimento de inmigración directa a Bahía Blanca demostró que no bastaba desembarcarlos en nuestro puerto para asegurar su asentamiento en la ciudad, sino que era necesario crear centros de pro- ducción e intensas actividades eco- nómicas a donde fluiría sin presio- nes y espontáneamente la corriente inmigratoria” 22



20 Cfr. Caviglia, Jorgelina, p.47 21 Cfr. Caviglia, Jorgelina, p.50 22 Caviglia, Jorgelina, p.50 Hotel de inmi- grantes Bahía Blanca.


2. FundacIÓn de La aSOcIacIÓn eSPañOLa de PunTa aLTa



2.1. La situación sanitaria puntal- tense en los albores del siglo XX Pese al veloz crecimiento de- mográfico de Punta Alta, o precisa- mente a raíz de ello, la ciudad ado- lecía de serias carencias en lo que hoy llamaríamos infraestructura urbana. Las calles eran de tierra, con zanjones a los costados para des- carga de desagües pluviales; falta- ban las veredas y la iluminación pú- blica, si bien desde prácticamente el inicio del pueblo se contaba con agua corriente y energía eléctrica, aunque este último era un servicio prestado en forma bastante preca- ria. Pero ante todo, la naciente población padecía de una atención médica insuficiente, que no se con- decía con el vertiginoso crecimiento demográfico. Las obras para la construcción del Hospital de Marina (actual Hos- pital Naval Puerto Belgrano) se ini- ciaron en 1897 y llevaron tres años. Se inauguró el 6 de julio de 1900. El nosocomio, pionero de la región, absorbió un elevado porcentaje de la demanda local, especialmente aquella vinculada directamente con la Armada. Pero precisamente su carác- ter de hospital naval imposibilita- ba a una importante sector de la población puntaltense acceder a la atención médica. Recordemos que Punta Alta crecía con comercian- tes y proveedores de toda suerte de servicios, no sólo con operarios navales o militares. Es por esta circunstancia que la salud pública seguía siendo un problema para la Municipalidad de Bahía Blanca


Plano de la primer sección del Hospital Naval, circa 1900.


y fueron constantes sus esfuerzos para tratar de resolver la situa- ción23. Fue a partir de 1902 que, en forma sucesiva, el gobierno muni- cipal destinó a varios médicos para atender en Punta Alta. “Al respecto, el periódico bahiense El Comercio, en su edición del 5 de mayo de 1904 expresaba: «A pesar de la numerosa pobla- ción, no existe médico municipal ni de policía en Punta Alta, atiende a los enfermos y accidentados de la empresa constructora, el doctor Mario Vigo, que se traslada desde Bahía Blanca.» También el doctor Sixto Laspiur, médico municipal bahiense, acudía una vez por se- mana a Punta Alta con el objeto de practicar revisiones de carácter higiénico. No obstante, en muchas oportunidades era el farmacéutico Aquilino del Álamo quien hacía las veces de médico” 24 En ese entonces, comenzó la actuación en nuestro medio de Ma- rio Cornero: “El doctor Mario Cornero, ciru- jano de división, y, a la postre, primer director del Hospital Naval, fue uno de los facultativos insignes de esta primera etapa. Éste, mediante au- torización del Gobierno Nacional, en 1904 instaló un consultorio gratuito actuando como médico municipal para poder atender a los enfermos civiles. En actitud que merece des- tacarse, ahorró los honorarios que le correspondían por su labor civil (150 $m/n mensuales), y los aportó en beneficio de una sala de prime- ros auxilios para nuestra localidad. Ésta se encontraba instalada en un moderno edificio y contaba con ex- celente material quirúrgico, estufas esterilizadoras, dotación completa de medicinas, mesa de operacio- nes y dos camas. Al poco tiempo se anexó una sala de maternidad,


23 Centurión, Paola: “Orígenes de la salud pública en Punta Alta”, p. 2 24 Centurión, Paola: op. Cit, p.2


que se inauguró con una cama para parturientas necesitadas el 25 de diciembre de 1908. Se supone que dichas instala- ciones no tuvieron un uso prolonga- do, quizás debido a que su manteni- miento era llevado a cabo a través de donaciones de particulares”25.


Es de destacar que el Dr. Cor- nero distaba de ser un simple ciru- jano naval. Tenía, a la sazón, una vasta trayectoria. Fue médico sani- tarista y estudió en Berlín, junto al Dr. Robet Koch, el bacilo de la tu- berculosis. Antes de ser designado en su cargo en el Hospital Naval, fue gobernador de Tierra del Fuego26. El primer médico en radicarse en la ciudad fue Ramón Ayala Tora- les. Nació en la ciudad de Buenos Aires en 1889. Recibido de médico en la Universidad Nacional de Bue- nos Aires, ejerció su profesión en Bahía Blanca, ciudad que lo atrajo sin duda debido a su progreso y su porvenir que se antojaba venturoso. Desde allí comenzó a viajar a Punta Alta, a fin de atender pacientes. Al notar que faltaba aquí un médico, resolvió radicarse en el pueblo. Su primer consultorio lo instaló en Ri- vadavia 120, en 1908. Pronto, ade- más de su actividad profesional, se vinculó a círculos del radicalismo local, y conformó la primera Comi- sión Pro-Autonomía, en ese mismo año 190827. 2.2. La Sociedad de Socorros Mu- tuos Fue en este contexto en que varios inmigrantes españoles deci- dieron agruparse en una asociación mutual a fin de hacer frente a los ingentes gastos de salud. El grupo se reunió el 22 de oc- tubre de 1910. Fue elegido un lugar por demás simbólico: en la primera casa de material edificada en la ciu- dad en la esquina de Bernardo de Irigoyen y Av. Colón, propiedad de Antonio Malerva.


25 Centurión, Paola: “Orígenes de la salud pública en Punta Alta”, p. 26 Cfr. Chalier, Las ligas comerciales, p,31, nota 20.


De esta primera asamblea no se ha conservado el acta, pero se sabe que allí se nombró una Co- misión Provisoria compuesta por Gregorio Brieva como presidente; Santiago Rodríguez, Emilio Heras28, Cándido Menéndez y José Lamosa. También se acordó una próxima reunión para constituir definitiva- mente una asociación de socorros mutuos. De este modo, el día 30 de oc- tubre de 1910, la sesión se abrió con un “hermoso discurso” de Brieva, donde expresó la necesidad de for- mar la Asociación que era necesa- rio nombrar a la Comisión Directiva y que esta elección debían hacerlo “con el único objeto de que fueran personas inteligentes y capaces de poder desempeñar brillantemente los cargos que se le designen”. Es- tas palabras fueron rubricadas con grandes aplausos por la Asamblea General29. Es en esa reunión liminar don- de Lamosa ofreció, de manera pro- visoria, la sala de redacción de su periódico, La Autonomía, para re- unirse los integrantes de la flaman- te Asociación Española de Socorros Mutuos. Los socios fundadores, pre- sentes en esa histórica jornada, fueron 115. De ellos salió la prime- ra Comisión Directiva, conformada de esta suerte:


Fiesta realizada el 30 de octubre de 1911 con motivo de cumplirse el primer aniversario de la Asociacion Española de Punta Alta. 27 Cfr. Totoro, José Gaspar: Ellos, los que hicieron, p. 55 y ss. 28 Zaragozano, residente en la localidad desde 1905. Fue peluquero en la Armada hasta 1908,y luego se dedicó al comercio: primero tuvo un almacén y luego una panadería


Presidente: Gregorio Brieva30 Vicepresidente: Juan José Gómez31 Secretario: José Lamosa Prosecretario: Antonio Núñez32 Tesorero: Emilio Heras Protesorero: Cándido Meléndez Vocales titulares: Santiago Rodríguez Gilberto Del Campo Joaquín Fernández Eligio Sánchez Veremundo Álvarez33 José Pérez Vilches34 Maximino Pérez35 36 Elías Cidad37 José Álvarez García Juan J. Castro Joaquín Gutiérrez de Valle Francisco Llonch Los miembros de la Comisión Di- rectiva eran todos españoles que acreditaban su pertenencia a la co- munidad puntaltense ya con un co- mercio instalado, ya con un trabajo independiente. Llegados a este punto, debe preguntarse sobre los ideales que impulsaron a ese grupo de espa- ñoles a fundar una asociación de socorros mutuos; y, sobre todo, interrogarse acerca de qué ante- cedentes existían de sociedades de este tipo. 2.3. El Mutualismo Brevemente, puede decirse que el mutualismo alcanza buena parte de lo que modernamente se llama “previsión social”. Por ello, se considera que la acción mutual tiene raíces en tiempos remotos. El sólo hecho de participar en sus cargas y beneficios, define la intención de los socios, que encuentran en la ayuda mutua una solución para resolver los múltiples problemas que aque- jan al hombre: insuficiencia de me- dios para atender a las necesidades del diario vivir. En este sentido, el mutualismo tendría por función la defensa común de quienes se asocien para beneficios de todo el conjunto de afiliados.


29 Acta Nº 1, folio 2. 30 Lamentablemente no existen datos ni señas sobre el primer presidente de la entidad, Gregorio Brieva, quien incluso desaparece de los registros. 31 Nativo de Salamanca, vivió en la localidad entre 1898 y 1899, cuando recién se iniciaba. Luego de una década de ausencia, volvió en 1910 e instaló su propio comercio El Globo, en B. de Irigoyen y 25 de Mayo, donde fucionó el primer surtidor de nafta del pueblo. Además, se dedicó a la literatura y el periodismo. Fundó el periódico La Semana y colaboró en Nueva Época, de Estanislao Boffi. Desde las columnas de La Semana, abrogó en pos de establecer una fecha fundacional para la ciudad. 32 Radicado en Punta Alta desde 1909, era sevillano. Se dedicó a la agricultura en Puán y volvió a Punta Alta donde fue mayordomo de varios acorzados hasta 1916. Entonces, se hizo cargo de la cantina del Garibaldi y posteriormente adquirió campos en la zona. 33 Era almacenero, poseía su negocio en Luiggi y Humberto I 34 Era dueño de la peluquería y cigarrería Española, en calle Rivadavia al 100 35 Dueño de una carpintería en calle Urquiza 36 Comerciante, integró posteriormente la comisión de la Sociedad Pro Educación Industrial 37 Obrero en la Base Naval; se jubiló en 1932 y murió en agosto de ese año, en vísperas de un regreso progra- mado a España.



Antonio Núñez González Presidente de la A. Española 1915-1917 / 1923-1924 Emilio Heras Socio Fundador Carlos Balbín padre Presidente de la A. Española 1917-1919 / 1923 / 1926-1929 José Pedro Varela Presidente de la A. Española 1924-1926



Veremundo Álvarez Presidente de la A. Española 1935 Florentino Rubio Presidente de la A. Española 1929


Feliciano Napal Presidente de la A. Española 1919-1921


Sin necesidad de remontarnos a los tiempos de la colonia, el mu- tualismo argentino se vio impulsado por el fenómeno inmigratorio que antes se ha detallado. En ese senti- do, fueron las sociedades formadas por las distintas colectividades las que sembraron el suelo para que diera los frutos perennes del mo- derno mutualismo nacional. Como tal, el origen de este impulso coincidió con la llegada masiva de extranjeros al territorio argentino. En la segunda mitad del siglo XIX comienza a instaurarse el sistema mutual en nuestro país en forma evidente. Es menester aclarar que tanto mutuales como cooperativas están íntimamente emparentadas puesto que su origen es puramente popu- lar. Fueron trabajadores quienes crearon esas instituciones, con el propósito de mejorar sus condicio- nes de vida, promoviendo así una positiva acción social. Ambos sis- temas concuerdan asimismo en el respeto a la libertad individual, la defensa de la propiedad privada y el repudio a todo sistema colectivista o dirigista que, de cualquier forma, pretenda quebrar la libre voluntad de los hombres. Para sintetizar, existen, por tanto, dos vertientes de los movi- mientos sociales: uno económico, que es fundamentalmente el coo- perativismo; y otra que atiende a los problemas sociales, el mutua- lismo. En el caso de la Argentina, es de destacar la acción que desarro- lló un español, pionero de la doctri- na mutualista en el país, José María Buyo38. De él ha dicho un historiador: “La figura prominente fue sin duda Don José María Buyo, a quien se le debe la creación de la mutua- lidad en las márgenes del Río de la Plata. Espíritu visionario se adelan- tó a los tiempos, y ante la imposibi- lidad de que fructificaran sus ideas en Buenos aires, pasó a la Banda Oriental, fundando la Sociedad de Socorros Mutuos de Montevideo. De allí pasó a Santa Fe, luego a Rosario […] En 1852, abatido el gobierno de Rosas, pasó a Buenos Aires, y allí sembró sus principios …” 39 Buyo fundó, junto con otros connacionales, lo que posterior- mente se conocería como Sociedad Española de Beneficencia en 1857.


38 “José María Buyo nació en Cádiz en 1829, actuando como dependiente de comercio; tenía 24 años cuando fundó la AESM. Posteriormente fue administrador por muchos años del diario “La Nación” de Buenos Aires, fundado por Bartolomé Mitre.” Turnes, Antonio: “ Los 150 años de la Primera Mutualista de América”, p.2 39 Guardiola Plubins: Historia de los Españoles en Bahía Blanca, p. 194


Desde allí, el ejemplo mu- tualista cundió por todo el país, no solamente en las distintas colecti- vidades españolas sino también en toda colectividad extranjera. Es así que italianos, franceses, alemanes y miembros de otras colectividades, se aunaron para lograr la defensa de los beneficios sociales a lo largo y ancho del país en los últimos años del siglo XIX. En el caso específico de las sociedades españolas, las más antiguas del territorio bonaerense son: la de Carmen de Patagones (24 de octubre de 1875); la de Luján (17 de junio de 1877); Las Flores (1º de marzo de 1879); Benito Juárez (7 de junio de 1879); Chivilcoy (9 de julio de 1879); la de Bragado (12 de oc- tubre de 1881); y la de Bahía Blanca (26 de febrero de 1882). Sin ánimo de exagerar, se po- dría decir que el mutualismo pre- tendió unir a todos los españoles más allá de sus particularismos nacionales (vascos, catalanes, ga- llegos, etc) y de sus diferentes idea- les políticos (los había republicanos y monárquicos y también elemen- tos de la izquierda proletaria). En el caso específico de los españoles, el éxito del sistema se evidencia en los números: para 1914 había unas 250 asociaciones que reunían a más de 100.000 socios en toda la Argen- tina40. Un estudioso sobre el tema, Hugo J. Rodino precisó los alcances y funcionamiento del mutualismo en la Argentina: “Con respecto al mutualismo español podemos decir, compa- rando los reglamentos de las di- ferentes asociaciones, que el ob- jetivo fundamental era crear un fondo común para socorrer a sus asociados por enfermedades o sus consecuencias, y con tal fin estas asociaciones contrataban médicos, farmacéuticos, etc. También en al- gunos casos le pagaban una suma diaria a aquellos cuya enfermedad no les permitía trabajar […] En caso de fallecimiento de un asociado, los gastos funerarios corrían por cuenta de la sociedad, y los demás asociados tenían que asistir a los funerales y acompañar los restos del difunto” 41. Asimismo, habitualmente ha- bía requisitos para ser asociado: “Para ser socio era necesario ser español o hijo de padre español, que haya estado o estuviere en otra


40 Bjerg, María: Historias de la inmigración en la Argentina, p. 46 41 Rodino, p. 31


asociación semejante, que no tu- viera enfermedades crónicas para lo cual se sometería a un reconoci- miento médico. El socio debía tener buena reputación y conducta en la ciudad o pueblo donde vivía, y tener una profesión u oficio”42 La organización y gobierno de estas asociaciones seguían todas más o menos el mismo modelo, di- fundido por todo el país. El órgano supremo de gobier- no estaba conformado por una Co- misión Directiva surgida del seno mismo de la sociedad, por voto li- bre de los socios, compuesta, por lo general, por un presidente, un vice, un secretario de actas, un tesorero y vocales. Esta Comisión se reunía pe- riódicamente y era la encargada de la dirección y administración de la entidad. Redactaba y hacía obser- var el reglamento de la sociedad, nombraba a los cobradores de las cuotas societarias y resolvía todos los asuntos generales como orga- nización de fiestas, relaciones con otras asociaciones y con la comu- nidad, etc. Los presidentes eran los jefes de estas asociaciones, consensua- ban acuerdos entre las diferentes opiniones de los miembros de la Asamblea y vigilaban la marcha ge- neral de los asuntos de la sociedad, además de ser la cara visible de la entidad y representarla en celebra- ciones o ante autoridades. Los secretarios redactaban el acta de sesiones y llenaba obligato- riamente el libro de actas, otro de matrículas (donde se llenaban los datos de los socios), uno de corres- pondencia, un libro de quejas y otro de sociedades hermanas. General- mente existía otro libro de enfer- mos, donde figuraba el nombre del enfermo, su número de matrícula. El secretario también tenía a su cargo el archivo y los sellos de la sociedad y autorizaba recetas y ór- denes de consulta médica. En algu- nos casos era necesario contratar a un secretario rentado para que ayudase en la enorme labor. Las asambleas se reunían asiduamente y las de carácter ex- traordinario lo hacían para tratar algún asunto urgente o de gran im- portancia43. Todo este trabajo era ad hono- rem, y se realizaba, generalmente, luego de la jornada laboral. Que un grupo de hombres, por más aspira- ciones filantrópicas o de necesidad que tuvieren, dedicaran sus horas


42 Ibidem. 43 Cfr. Rodino, Hugo: “Asociacionismo e identidad étnica. La comunidad española en la Argentina”, p.32


libres a semejante labor y que, mu- chas veces estuviesen sometidos a presiones o sinsabores, requie- re una explicación más profunda y ésta tiene que ver con la integración de los sectores inmigrantes a la so- ciedad receptora. Si bien en general en la Argen- tina, y particularmente en el caso de la comunidad española, no hubo grandes problemas de segrega- ción o de racismo, lo cierto es que los inmigrantes pertenecían en su inmensa mayoría a la clase traba- jadora y comenzaban su carrera de ascenso social “desde abajo”. En este caso, los grupos dirigentes de estas sociedades, la mayoría co- merciantes que habían logrado su condición de tales con mucho es- fuerzo personal, veían en el dirigir a estas sociedades un cierto lustre social que le permitía ganar repu- tación social. Como bien dijo Fernando De- voto: “El prestigio social que daba el título de presidente de una de es- tas entidades, o incluso miembro de su comisión directiva, las po- sibilidades de interacción con las autoridades consulares del país de origen que brindaban, la visibilidad en los actos públicos, que se hacían en el radio de acción de las mismas (sobre todo si era en lugares perifé- ricos), constituían reconocimientos ambicionados, aunque nos pueden parecer modestos y a veces un poco patéticos” 44 Sin embargo, el pertenecer a estas asociaciones, en algunos casos, no agregaba prestigio, sino que lo quitaba. Tal el caso de algu- nos extranjeros muy exitosos que habían logrado insertarse cómoda- mente en las élites locales a causa de su cultura, profesión o fortuna (como los directivos de las empre- sas extranjeras, por ejemplo). En esos casos -inexistentes en Punta Alta- la pertenencia a alguna de es- tas asociaciones de socorros mu- tuos los identificaría con sus com- patriotas menos favorecidos; para estos grupos de élite, existían otros ámbitos, (como el Club Español de Buenos Aires), donde se pagaban cuotas más elevadas y sus miem- bros solían hablar de política, leer el diario y los libros de sus bibliote- cas y compartir actividades recrea- tivas como bailes, comidas, etc. 2.4. El problema del médico Como se ha visto, el problema de la atención médica y los costos


44 Devoto, Fernando: Historia de la inmigración en la Argentina, p.245


derivados de ésta y el lucro laboral cesante era común a todas las aso- ciaciones extranjeras del país. Hacia 1890, la Sociedad Espa- ñola de Bahía Blanca había inaugu- rado su sede social, que funciona- ba, a su vez, como nosocomio; se la llamaba la “Casa Hospital”. Pero, de hecho, nunca funcionó como lugar de internación de enfermos sino como enfermería o sala de primeros auxilios, en parte por los elevados costos que demandaban la edificación de un hospital con toda su aparatología y, en parte, porque el Hospital Municipal ya cubría las necesidades de medicina más com- pleja45. En Punta Alta la Comisión Di- rectiva de la flamante asociación decidió a poco de fundada, repar- tir entre “el médico de Punta Alta y las farmacias bahienses copias del estatuto social, así se avenían a prestar un servicio de descuentos en compra de medicamentos a los socios. Se encargó de esta tarea el boticario local, Aquilino del Álamo. El socio Elías Cidad expresó el 26 de enero de 1911 que la mayoría de los socios estaban disconformes con el nombramiento del “médico local” y solicitó que se escriba al Dr. González, director del Hospital Español de Bahía Blanca, para que provea un facultativo46. En la reunión del 9 de febrero de 1911 se acordó asignar una cápi- ta de cincuenta centavos por socio al médico que quisiera prestar sus servicios profesionales. Se comi- sionó a Del Álamo para que viajara a Bahía Blanca y viese si habría un médico que desease viajar a Punta Alta47. A los pocos días, el 23 de fe- brero, el mismo Cidad insistió en el grave asunto del médico. Primero expresó que al no recibir respuesta por parte del Dr. González, debe es- cribírsele nuevamente. Y continuó


45 Cfr. Guardiola Plubins, José: Historia de los españoles en Bahía Blanca, p.262 y ss. Luego de varios intentos fallidos, el hospital Español abrirá sus puertas a comienzos de la década de 1940. 46 Acta 6, folio 17. 26 de enero de 1911 47 Acta 7, folio 18. 9 de febrero de 1911


diciendo que era cuestión a resol- ver para incrementar el número de socios y la feliz prosecución de la Asociación. Cuando el socio Núñez propu- so aceptar el médico de la ciudad, si no se conseguía otro, Cidad respon- dió de manera enfática: “Cidad dice que si el pueblo estuviese más conforme con el Dr. Local, sería bueno, pero que no siendo así la sociedad se perjudica- ría y prueba de ello es que la de la Sociedad que él tenía no le quedan socios y cuando empezó contaba con unos trescientos” 48 Se ignora a qué asociación hizo referencia Cidad, si era un intento previo de asociación de la comu- nidad española puntaltense (cosa improbable dado la cantidad de miembros invocado, cerca de tres centenas) o era una mutual de otro tipo la que, inclusive, pudo haber in- tegrado Cidad fuera de Punta Alta. Lo cierto es que quedan en esas actas y en subsiguientes el disgusto por la atención del “Dr. Local” que, aunque no mencionan explícitamente, no debe ser otro que Ramón Ayala Torales. En esa misma reunión se acordó asignar al facultativo que se avenga a radicarse en el pueblo por espacio de dos o tres meses un sueldo de $150. Pero ni aún con esa oferta consiguieron un profesional. El problema del galeno de la institu- ción ocupa prácticamente todo ese año 1911. Como acción ya rayana a la desesperación, se decidió publi- car avisos en diarios de la Capital Federal (La Prensa, La Nación y el vocero de la comunidad hispánica Diario Español), solicitando médico para radicarse en la ciudad49. A fines de abril, el Dr. Cornero aceptó las condiciones y se acordó, por consiguiente, comprar los en- seres necesarios para la instalación de un pequeño consultorio50. Inmediatamente se propu- sieron buscar un local acorde y lo hallaron. Se decidió el traslado a un local para la secretaría de la institución y pieza contigua por $28 mensuales; y consiguieron por $17, otra pieza con cocina51. Empero los oficios de Corne- ro (que tenía sus ocupaciones en la Base), iban a durar unos meses, conforme lo establecido. Por ello,


48 Libro 1, Acta 8, folio 20 23 de febrero de 1911 49 Libro 1,Acta 11, folio 25. 23 de marzo de 1911 50 Libro 1,Acta 15, folio 30. 25 de abril de 1911 51 Libro 1,Acta 17, folio 32. 29 de mayo de 1911


apenas dos o tres meses después, se exhortaba nuevamente con la necesidad de contar con un médico radicado en la localidad. Se insistió en buscar uno como sea y, de ser necesario, convocar a una asam- blea para conseguir los recursos necesarios52. Finalmente se rindieron ante la evidencia: ningún médico iba a venir en lo inmediato a radicarse a Punta Alta, por lo que el Dr. Ayala Torales, más allá de la opinión de muchos socios, se convierte de he- cho, en el facultativo de la Asocia- ción. A él seguirían otros médicos que actuarían aportando sus sa- beres a los asociados, en décadas posteriores. 2.5. Los españoles, pioneros del desarrollo institucional puntalten- se La Asociación Española de So- corros Mutuos de Punta Alta, fue la primera asociación creada en la ciudad que tuvo permanencia en el tiempo y consistencia a través de los años. Ignoramos si hubo inten- tos anteriores de asociacionismo en la ciudad, porque las carencias documentales de la primera déca- da del siglo XX (que es la primera década de vida de la ciudad) no per- miten trazar un panorama de la vida social de aquellos años. Empero, puede decirse que 1910 es el año liminar que trazó el rumbo definitivo a otras voluntades que deseaban agruparse, sea con fines sociales, recreativos o para cubrir necesidades básicas no cu- biertas ni por el Estado ni por otros entes privados. En esos años, la capacidad or- ganizativa de los componentes de la llamada sociedad civil era la norma. No solamente en Punta Alta sino en todo el país, multitud de personas de toda extracción social y cultural, de la más variada procedencia se organizaba en diferentes agrupa- ciones para defender sus derechos y potenciar su inclusión en la socie- dad. En esa época, era normal creer que la transformación y el cambio de la realidad se obtendría merced a la participación social y se consi- deraba como forma más eficaz para lograrla el llamado asociacionismo. Como ya se dijo más arriba, éste es el fruto de la organización y plani- ficación de las prácticas madura- das previamente por un grupo, que se constituyen formalmente como una entidad (asociación), con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas de su comunidad.


52 Libro 1,Acta 23, folio 45 y ss, 31 de agosto de 1911


En este sentido, si bien la ac- ción de los españoles en la ciudad no era original, fue la primera que tuvo un peso social y por eso se convirtió en paradigma para ulte- riores acciones similares. De esta manera, siguiendo el ejemplo de lo realizado por los españoles, en poco más de década y media, la ciudad vio alumbrar la mayoría de sus instituciones característi- cas y señeras: la Sociedad Italiana (1911), la Liga Comercial y de De- fensa Local (antecedente directo de la actual UCIAPA, 1916) la Sociedad de Fomento (1920), el Club Rosario- Puerto Belgrano (1920), la Asocia- ción Bomberos Voluntarios (1925 ), el Club Sporting (1925), la Coope- rativa Eléctrica (1926, pionera de Sudamérica), Asociación Juan Bau- tista Alberdi (Biblioteca Popular, 1933), entre las existentes. Y hubo otras muchas, como la Cooperativa de Consumos, la Sociedad Argen- tina y la Sociedad Pro-Educación Industrial, que hoy están desapare- cidas53. En el área del asociacionismo étnico, en la segunda década del siglo XX, Punta Alta daba muestras de su cosmopolitismo al contar con varias sociedades de este tipo, la Società Italiana Unione e Progresso Sociedad Alemana Germania (1916), y la Società Italiana XX di Settembre Cooperativa e Mutuo Socorso, cada una de ellas con varios centenares de socios.


53 No se incluyen en este listado los sindicatos ni los partidos políticos, porque ambos colectivos responden más que nada a imperativos de orden ideológico - político antes que a los fines del asociacionismo propia- mente dicho.



3. eL TeaTRO eSPañOL



3.1. Los orfeones Una de las cosas que llama la atención dondequiera se organi- zaba una comunidad española, es la aparición de orfeones o centros recreativos que tenían por finalidad principal preservar parte de la iden- tidad musical hispánica y brindar un espacio donde éstas se manifiesten en todo su esplendor. “Los orfeones fueron asocia- ciones cuyos miembros se dedi- caron al estudio y la práctica de la música vocal organizando coros que fueron muy significativos. En Cataluña por obra del maestro Cla- vé, y luego fueron extendiéndose por toda España, los españoles ra- dicados en Buenos Aires y en otras ciudades importantes del país, sin- tieron la necesidad de crear este tipo de asociaciones que tenían una característica particular, ya que no fueron exclusivamente sociedades corales, sino que contaban con pe- queñas orquestas que tenían flau- tas, bandurrias, violines y guitarras, y también pequeñas compañías tea- trales en las cuales se representa- ban zarzuelas y sainetes” 54 Los orfeones fueron producto de asociaciones civiles, de carácter popular, cuyos obje- tivos, delimitados por estatutos y financiados por los asociados, se centraban en torno al cultivo y dis- frute de la música. Estamos en lo de siempre: los pobres no tienen ni dinero ni rango para asistir a los conciertos de música clásica. Si quieren disfrutar de música han de generarla ellos mismos, con lo que, a la larga, tal vez salgan ganando. La música está para ser cantada y bailada, antes que para ser escu- chada. Música para ser vivida, vida para ser musicalizada y la pobreza, a veces lleva a ello. El orfeón como movimien- to cultural nació en Francia hacia 1835, imbuido del afán de rescatar a los proletarios de la sombría vida que llevaban, en medio de la explo- tación de plena Revolución Indus- trial. Su nombre alude a Orfeo, personaje mitológico griego hijo de Apolo (deidad de la música y las ar- tes en general) y de la musa Calío- pe (protectora de la poesía épica), que heredó de sus padres divinos su afición por la música, el canto coral y la poesía. Como tal, era la alegoría del canto y de la recitación En Cataluña, la idea fue recogida por Josep Anselm Clavé como se dijo a mediados del siglo


54 Rodino, “Asociasionsimo e identidad española….”p.29


XIX, que pretendía transformar la vida de los trabajadores a través de la música y se extendió rápidamen- te por todo el territorio, en especial por el País Vasco55. La primera asociación de tipo orfeónico de la Argentina fue la “Estudiantina Salamanca” de 1854, a la cual siguieron otras muchas distribuidas a lo largo y ancho de la república. Perseguían éstas, un fin eminentemente recreativo y también un fuerte componente de preservación nostalgiosa de las expresiones musicales de la leja- na tierra y su difusión a las nuevas generaciones de hijos de españoles nacidos en la Argentina y a la socie- dad en general. 3.2. La actividad orfeónica en Pun- ta Alta Desde un principio, además de su finalidad mutual primordial, la Asociación Española local organizó las llamadas romerías, fiestas de carácter popular que eran tradicio- nales muestras de la música y dan- zas hispanas. Las romerías tienen su origen en festividades religiosas en honor a la Virgen o algún santo (a quienes se honraban con música y bailes populares). Buscando en el diccionario, se encuentra la siguiente definición: “Fiesta popular que con meriendas, bailes, etc., se celebra en el campo inmediato a alguna ermita o san- tuario el día de la festividad religio- sa del lugar”. Realmente estas ro- merías en España y en América fue- ron una fiesta popular: la población engalanaba los edificios y las casas para realzar el clima de fiesta, co- locando banderas, cintas o arreglos florales. La gente acudía en familia, pues había entretenimientos para todos: chicos, grandes, hombres y mujeres. Era una fiesta para todo el pueblo y acudían de todos los es- tratos sociales. Los asistentes iban vestidos con sus mejores ropas y las mujeres sacaban a relucir los mantones de Manila traídos de Es- paña; había cantos, bailes, gaitas, juegos. Durante los días que duraban las romerías se repetía el mismo programa más o menos: cada ma- ñana a la salida del sol, se anuncia- ban los festejos mediante salva de bombas y cohetes de estruendos. Luego, durante la mañana un con- junto de música española recorrían las calles del pueblo. Después del almuerzo, se ha- cía la apertura de las Romerías y del Bazar, comenzando así la venta


55 Chust, Alicia: Tango, orfeones y rondallas, Buenos Aires, Carena, 2008


Pic nic, realizado en Villa General Arias de los miembros de la colectividad española. 1921.


de rifas, cédulas y medallas. Ame- nizaba esta apertura la banda de música, disparando nuevamente bombas y cohetes. A media tarde comenzaba el “Gran baile” en la carpa popular y en los “corros”, que eran espacios circulares para danzar cercados por la misma gente. Al mismo tiempo daba comienzo a los distintos jue- gos y diversiones: palo enjabonado, tiro al blanco, calesitas, carrera pe- destre, carrera de embolsados, jue- go de la olla, marco de estacas. A las 9 de la noche, nuevamen- te disparos de bombas, cohetes de colores y suelta de globos, con- tinuando los bailes y diversiones hasta la 1 a.m. En la última noche, se sortea- ban las rifas. En la asamblea llevada a cabo el 1º de junio de 1924, se hizo lu- gar a una moción presentada por los socios Emilio Heras y Antonio Gavi, “para que sea tratado en esta asamblea el asunto edificio y prado para romerías”. Respecto al terreno del prado, se recordaba que “el señor Crespo ofreció una fracción a la C. Directiva a 0,58 centavos el metro cuadrado al otro lado de la vía, frente más o menos a la cancha de football”. Empero no era factible esa compra por cuanto se pensaba edificar. Francisco Sisqué


57


En la misma reunión, se re- solvió nombrar socio honorario al Director del Ferrocarril Rosario- Puerto Belgrano, Francisco Sisqué y a su esposa, Marina B. de Sisqué, pues “ha sido en todo momento un benefactor de la sociedad en va- rios sentidos […] pues nos facilita materiales para la construcción de carpas, nos evita gastos ingentes y quizá si no fuera [por] él no podrían celebrarse las Romerías”56. Evidentemente, hasta ese en- tonces, las romerías se celebraban en predios del Rosario-Puerto Bel- grano, en los amplios terrenos que poseía la compañía entre el casco histórico de Punta Alta y Ciudad Atlántida. En abril de 1925 se decidió la compra de la manzana Nº 3 (com- prendida entre las calles Alber- di, Villanueva, Roca y 25 de Mayo), propiedad del general Richieri, en $27.000, para realizar las rome- rías en un predio conforme a las necesidades de la organización de las fiestas. A partir de esa fecha se instaló lo que se denominó Prado Español. Posteriormente a mediados de 1926 se subdividió la manzana y se decidió la venta de 17 lotes, reser- vándose al Prado Español la mitad de la manzana que daba sobre Vi- llanueva. Esta operación sirvió para darle respiro a las alicaídas arcas societarias. Empero, la Asociación no fue la única organizadora de fiestas de la colectividad, ni fue la única tam- poco en organizar bailes y fiestas populares. En Punta Alta se fundó el 27 de abril de 1918 el llamado Centro Recreativo Español, orga- nizador de bailes y fiestas, muchas de ellas en solidaridad con alguna causa57. Su primera comisión directiva fue presidida por Francisco Carra- talá y funcionaba en el amplio local alquilado en la primera cuadra de calle B. de Irigoyen, donde había funcionado el bar Edén58. En agosto de 1920 se creó el Orfeón Español, con la misma fina- lidad que el anterior. Se ignoran los motivos que llevaron a la creación de esta otra entidad, si fue un des- prendimiento de la anterior o par- ticiparon en ellas personas de otra extracción social, política o regional. Lo cierto es que en enero de 1923 se realizó una Asamblea para la fusión de ambos centros recrea- tivos, pero por motivos desconocidos fracasó y los dos orfeones continuaron actuando de forma independiente.


56 Libro 2,Acta nº 296, 1º de junio de 1924, ff. 115 y 116 57 Cfr, Nueva Ëpoca 58 Cfr. Album de Punta Alta, 1919.


Comisión Directiva del Centro Recreativo Español. Presidente Vic- toriano Mendizabal, Vicepresidente Basilio de la Orden, Secretario Antonio Castillo, Pro Secretario José Solavarrieta, Tesorero Emilio Alvarez, Pro Tesorero Manuel Vigil, 1919.


Por razones desconocidas, en enero de 1924 se disolvió el Centro Recreativo Español59. Posiblemente haya sido esta intensa actividad artística y recrea- tiva lo que haya impulsado a las autoridades de la Asociación Espa- ñola a pensar en construir un teatro para mayor comodidad de artistas y de espectadores. 3.3. Se proyecta el teatro La idea original de la cons- trucción de una sala de espectácu- los teatrales y musicales por parte de la colectividad española data de 1922. Sin duda, alentados por las re- percusiones que orfeones y rome- rías tenían dentro de la colectividad hispana y en el resto del vecindario, y con miras a poseer un lugar am- plio y acorde con esas necesidades, es que surgió la idea de edificar un teatro en la ciudad, del que se care- cía hasta ese entonces. En aquellos días, Punta Alta debía conformarse con las funcio- nes ofrecidas en los grandes bares de la ciudad,


59 Cfr. Libro 2, Acta Nº 381, 29 de enero de 1924, folio 144, en que se da lectura a la nota del Centro, que donó a la Asociación muebles y enseres de su propiedad


Comisión Directiva de la Asociación Española de Socorros Mutuos 1919. Presidente Feliciano Napal, Vicepresidente Antonio Núñez, Secretario Fransisco Partida, Pro Secretario José Veiga, Tesorero Joaquín Fernández, Pro Tesorero Florentino Rubio.


“En las primeras décadas del siglo XX, bares como La Marina, Londres, La Bolsa o Edén, sumaban a su rubro principal, un escenario donde se brindaban funciones tea- trales, espectáculos orquestales, circenses, etc. Estos bares poseían amplios salones y estaban ubica- dos a lo largo de la calle Humberto I, conformando de ese modo una suerte de centro donde se concen- traban la actividad artística de la ciudad. El más importante de ellos fue, sin duda, La Marina, que con diferentes dueños, ocupó el solar de la calle Humberto I (donde está hoy ubicada la sede social del Club Rosario- P. Belgrano) y que, según la vieja numeración correspondía al número 660. Era un salón amplísi- mo, con capacidad para seiscientas personas. Las instalaciones se uti- lizaban como bar y cinematógrafo (era la costumbre de la época que el espectador viese las películas proyectadas sobre una pantalla colocada en un extremo de la sala, sentado a una mesa y tomando algo). […] El Bar Londres, sito en Hum- berto I 515 era frecuentado por la oficialidad de la Armada, lo que le brindaba un importante prestigio en el seno de la sociedad puntal- tense. […]. El Bar La Bolsa funcionaba en Humberto I 641, en la misma cua- dra que La Marina. […] La mayoría de los artistas



que actuaban en Punta Alta eran foráneos, provenientes de la Capi- tal Federal u otras partes del país y que hacían extensas giras por el interior. Generalmente, eran contratados por teatros de Bahía Blanca donde actuaban primero y luego, aprovechando la cercanía de Punta Alta, se presentaban en los escenarios locales. […] había pre- sentaciones de un nivel superlativo, con artistas de gran predicamento popular. Tal la visita que en 1917 o 1918 realizara el dúo integrado por Carlos Gardel y José Razzano.” 60 El 14 de marzo de 1922, la asamblea trató un proyecto del so- cio Nicolás González:61 Bono Coopera- tivo firmado por Basilio de Haro. 1922 “…referente al a construcción de un edificio para la institución ó más bien de un salón-teatro. A este respecto se suscita un cambio de impresiones resolviendo en defini- tiva que pase a estudio de la Comi- sión directiva y una vez estudiada por ésta la someta a una Asamblea Extraordinaria convocada a ese fin” 62 En la Sesión Extraordinaria celebrada el 3 de junio, y bajo la presidencia de Juan García Puig, se trató el asunto del teatro y se re- solvió emitir doscientas acciones de $50 cada una y 1000 de $20, como fuente genuina de financiación63. Llama la atención esta de- cisión, si se tiene en cuenta que, apenas quince años antes, la Aso-


60 Chalier, Gustavo: Los italianos, pp 42 a 44 61 Meses después, se abrieron cargos contra González, por dichos que obraron “en desdoro y desprestigio de esta institución” , por lo que se procedió a su expulsión de la Asociación. (Acta nº 329, 8 de abril de 1923, folio 72) 62 Libro 2, Acta 284, 14 de marzo de 1922, folio 11 63 Libro 2, Acta 289, 3 de junio de 1922, folio 16



ciación se afanaba por conseguir atención médica decente en un contexto donde, se ha visto, se ca- recía prácticamente de atención primaria de la salud. En esos años, se recuerda, había una precaria sala de primeros auxilios funcio- nando en la sede de la comisaría local y recién en 1929 se contó con una sala médica municipal64. La idea cobró muy rápido impulso. Entusiasmados, en la Asamblea Extraordinaria del 23 de julio, se decidió la emisión de bonos cooperativos: “Programa-contrato para la suscripción de bonos cooperati- vos. Objeto: La Asociación Espa- ñola de socorros mutuos de Pun- ta Alta, partido de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, re- suelve por medio de la presente asamblea general extraordinaria Bono Cooperativo Pro edifi- cio Social, suscripto por Eliodoro García. 1928 de socios convocada al efecto,- asamblea a la que asisten y pres- tan su generoso concurso los con- nacionales no socios cuyos nom- bres se detallan al margen-llevar a cabo la construcción de un edi- ficio teatro en terreno de su per- tenencia, situado dentro del ejido de este pueblo, y a fin de allegar los fondos necesarios a tal objeto, resulten también solicitar de sus asociados, de todas aquellas per- sonas que simpaticen con la idea y de las sociedades hermanas y similares, de un empréstito de ca- rácter privado, que se hará en las condiciones siguientes: Primero: la Asociación Espa- ñola de Socorros Mutuos de Punta Alta, solicita para el fin expresado, el préstamo sin interés alguno, de la suma de diecisiete mil pesos m/n legal, la que quedará expre- samente garantida con el edificio a


construirse. La misma suma está representada por 500 bonos coope- rativos de cincuenta pesos naciona- les c/u que se denominarán “bonos serie A” y un mil bonos cooperativos de veinte pesos m/n c/u que se de- nominan “bonos Serie B” 65.


Luego de un silencio de cerca de un año en las actas, al fin en la asamblea desarrollada el 1º de ju- nio de 1924 se vuelve a mencionar el asunto del teatro. Dijo Gavi que no se supo más del resultado que tuvo la colocación de los bonos. Los miembros pre- sentes de la comisión encargada de la venta de estas acciones expresa- ron sus magros resultados. Entre las propuestas que se escucharon, figuraban la del presidente, Anto- nio Núñez; de retirar el dinero que haya en el banco, construir con él lo que se pueda y luego conseguir un préstamo hipotecando el futuro edi- ficio; asimismo Conde propuso “que no debe solicitarse dinero a gente extraña a la colectividad, que debe construirlo con dinero de los espa- ñoles”. Finalmente, que se convino formar una comisión para estudiar el caso, pero no hubo avances sus- tanciales hasta el año 1928. En la reunión del 15 de julio de 1928, bajo la presidencia de Carlos A. Balbín, se sentaron las bases para encarar la obra del teatro y sede social a paso firme y decidido, sin dilaciones. Esta asamblea de carácter extraordinario fue convo- cada por el mismo Balbín, a fin de resolver ese asunto pendiente por tantos años. Balbín era puntaltense e hijo de un comerciante español del mis- mo nombre y radicado en la ciudad, llegado en 1907. Calculado el valor de la obra en unos 60.000 pesos y como las finanzas de la Asociación no permi- tían cubrir el total de esa suma (se contaba con a penas 8700 pesos en efectivo en el Banco Nación), Balbín


65 Libro 2, Acta nº 296, 23 de julio de 1923, ff. 25 y 26


propuso la suscripción de bonos cooperativos por valor de $50 cada uno, pagaderos por mensualidades y sin intereses. Asimismo se propuso confor- mar sendas comisiones, una ase- sora y otra técnica, para dar segui- miento al proyecto66. Al día siguiente se realizó otra reunión de carácter extraordinario, a fin de nombrar a los miembros de las comisiones. Pero a propuesta del socio Manuel Vigil67, quien dijo que ambas comisiones poco ten- drían que hacer por el momento, se decidió designar los miembros de una comisión de propaganda, a fin de hacer conocer a la comunidad puntaltense el proyecto y solicitarle su concurso68. Posteriormente se encargó a esta comisión la colocación de los bonos cooperativos entre los so- cios y entre aquellos que no lo sean pero deseen colaborar. Inclusive se nombraron parejas para recorrer las calles de la ciudad y se asigna- ron los sectores en que dichas pa- rejas debían actuar. En esos días, Carlos Balbín dio un reportaje al bisemanario socia- lista local El Yunque, donde expre- saba: “Si logramos hacer el esce- nario, se podrán dar funciones de teatro, luego se puede alquilar a instituciones que lo soliciten, y tam- bién se darán películas. En esto ha- cemos lo mismo que instituciones análogas, y que ahí radica parte del éxito de nuestra empresa, porque siempre se van a sacar unos cuan- tos pesos” 69 En efecto, las “instituciones análogas” a la que hacía referen- cia Balbín eran otras asociaciones étnicas que a lo largo y ancho del


66 Libro 3, Acta nº 487, 15 de julio de 1928, ff. 333 y ss. 67 Nacido en Oviedo y radicado en Punta Alta desde 1911, fue dueño de La Estrella, almacén, ferretería y bazar que funcionó en Urquiza y HumbertoI 68 Libro 3, Acta nº 488, 16 de julio de 1928, ff. 336 69 El Yunque, julio de 1928, p.1


país cubrieron el territorio con sa- las teatrales. Es más: en aquellos días también la colectividad italia- na de Punta Alta estaba abocada a la construcción de su teatro en su sede de calle Rivadavia: en marzo de 1928 decidieron emitir una serie de acciones y el 8 de septiembre del año siguiente comenzaba la cons- trucción del coliseo70. Armando Gattamorta se hizo presente ante la Comisión Directi- va con un plano del anteproyecto de un edificio para sede social y teatro, invitado a hacerlo por Manuel Vigil. El presupuesto tentativo de lo pro- yectado ascendía la suma de 45.000 sin revocar y con algunas depen- dencias indispensables y a 130.000 una vez terminado71. Sin embargo la Comisión Téc- nica, en voz del constructor Manuel Muradás, expresó que había que contar con otros planos y proyectos antes de decidirse por la propuesta de Gattamorta. Por otra parte, era necesario discutir si ese edificio iba a levantarse en el terreno que la Asociación poseía sobre calle Roca entre Urquiza y Rosales o en otro lugar que se adquiriría previa venta del primero. Ante esta propuesta se armó una comisión compuesta por el propio Muradás, Serafín Fernán- dez Moro y Carlos Balbín para estu- diar el mejor punto para levantar la sala teatral72. Dos semanas después, en se- sión conjunta de la Comisión Técnica y la Comisión Directiva, se puso so- bre el tapete las propuestas de va- rios terrenos que estaban en venta.


70 Cfr. Chalier, Gustavo: Los italianos y la construcción del Teatro Colón de Punta Alta 71 Libro 3, acta 529, 16 de agosto de 1929, folios 58 y 59. El año anterior, Gattamorta había realizado el proyecto de construcción del Teatro Colón de la Sociedad Italiana y en esos momentos era el responsable técnico de la obra. “Pocas son las referencias que se poseen de Gattamorta. Se sabe que era ingeniero y constructor, arribado con su familia a Punta Alta a fines de la década del ‘20. Según María Cecchini, que lo conoció (lo describe de mediana edad, rubio, robusto, lampiño), vino a realizar una serie de obras en la Base Naval. Aquí, instaló su estudio en la calle Urquiza. Dirigió el periódico El Autonomista desde 1932 hasta 1934, fecha del cese de su publicación. Entre otras obras, realizó el edificio del actual cuartel de bomberos voluntarios, las casillas de Villa del Mar y el edificio de la ex Estación Pan-Am (Urquiza y Roca).Se estima que a mediados de la década del ‘30 abandonó la ciudad.” Chalier, Gustavo: 72 Cfr. Libro 3, Acta 532, 29 de agosto de 1929, ff. 61 y 62


Se leyó la carta de Nicolás Marcalaín quien ponía en venta un lote en Bernardo de Irigoyen, don- de estaba el comercio de Rafael Salvá,73 en $28.000. También se oyeron varias propuestas más, to- das de propiedades ubicadas en el radio céntrico de la ciudad. El tema de la construcción y del sitio escogido se ve que produjo ciertas rispideces en el seno de la Comisión Directiva y de algunos so- cios. Estas desavenencias sin duda tenían lugar a causa de que algunos asociados eran comerciantes y te- mían ver mermadas sus ventas con el funcionamiento del teatro, habida cuenta que las funciones sacarían de las calles a cientos y cientos de potenciales clientes. La sorda dis- puta dio motivo a que Diez Terrero se expresara de la siguiente forma: “…que sabe que hay tirantez entre los socios y que para ellos de la C. Técnica y para la C.D. es este un momento difícil y delicado y él estriba en la elección del terreno. Que un teatro construido en el te- rreno que hoy posee la sociedad, no produciría beneficio ni a ésta ni a los vecinos comerciantes por cuan- to, cuando el teatro se abre, los ne- gocios se cierran; que las palabras que ha oído de que hay caprichos, “que hemos de triunfar” por esta ó la otra causa, no cree que sean cier- tas, pues piensa que todos deben inspirarse en el bien de la Sociedad, ante que en los particulares. Pide por lo mismo a la C. Directiva que se inspire en ese bien, que deje de lado todo otro interés particular de cada uno y se marche con armonía y se trabaje por la Sociedad” 74 Finalmente en esa reunión, se decidió adquirir finalmente, el terreno donde se hallaba Salvá, el amplio predio de 25 metros de fren- te por 68 de fondo, ubicado sobre la calle Irigoyen entre Humberto I y Roca y donde hoy se erige el Teatro y sede social de la Asociación Es- pañola de Punta Alta. Se comisionó a Aureliano Torres, a Manuel Vigil y al presidente Carlos Balbín para cerrar el trato con Marcalain en nombre de la Asociación. Urgía finiquitar cuanto antes la compra pues era deseo de la Co- misión directiva colocar la piedra fundamental el 12 de octubre de ese año.


73 Natural de Llunchmayor, en las islas Baleares, llegó a Punta Alta aproximadamente en 1920. Posiblemente en el local mencionado de B. de Irigoyen funcionó su negocio, la primera mueblería de la localidad. Posteriormente estableció una conocida panadería. 74 Libro 3, Acta 534, 14 de septiembre de 1929, ff. 66 y 67


3.4. El edificio del teatro Sin embargo, el acto de colo- cación de la piedra fundamental se vio demorado unos días, llevándose a cabo el 10 de noviembre de 1929. La crónica periodística brinda los detalles del festejo. Padrinos del acontecimiento fueron: El vicealmirante Ramón Gon- zález Fernández y su esposa, Ma- ría Elvira García Paz; el ingeniero François Sisqué y su esposa, Ma- rina Ballesteros (que estuvieron representados por el jefe de la Estación Solier Vicente Sansoni y su esposa); el intendente de Bahía Blanca, Dr. Florentino Ayestarán y su esposa, Felisa Dravasa; y Carlos Balbín, presidente de la Asociación Española y su hermana Dominga. A las 10.30 de ese día, fue co- locada la piedra fundamental. Fue bendecida por el cura párroco, en- cerrándose en ella unos ejemplares de períodicos locales y un perga- mino firmado por los padrinos y por el cónsul de España en Bahía Blanca, José Trebino Sánchez y que fue “notablemente ejecutado por el señor Armando Gattamorta”, según el artículo del periódico La Nueva Comuna. Estuvo presente la banda de música de la Base Naval, que ejecutó el himno Nacional Ar- gentino y la Marcha Real. Usó de la palabra Juan José Gómez, en nom- bre de la Asociación, quien destacó que la obra del Teatro es, en cierto modo, un homenaje a los pioneros de la institución, un modo de honrar su memoria: “Desde aquella fecha [se refie- re a la de la fundación de esta enti- dad], cuyos 19 años se han cumplido el 30 del pasado Octubre, han des- aparecido muchos de los que fueron sus socios fundadores y primeros colaboradores en la obra empren- dida. Solo quedan inscriptos en los registros de la Asociación, 17 de aquellos que bosquejaron los pri- meros trazos que habían de marcar la ruta de la institución, marcando la senda por la cual se había que encaminar hacia el triunfo, ven- ciendo obstáculos y dificultades. Gloria debe ser para ellos, señores, contemplar este acto pre- liminar a la gran obra que ha de realizarse con el concurso de to- dos, y gloria y orgullo sentimos al contemplar en fecha no muy lejana, la bandera de la patria de origen flameando en lo más alto del Teatro Español al lado de la bandera de la patria de adopción, la bandera ar- gentina” 75.


75 La Nueva Comuna, 12 de noviembre de 1929, p.1


Luego de estas sentidas pala- bras, los invitados y público pasaron al local del Orfeón Español, donde se ofreció un lunch. Allí dirigieron algunas palabras a los presentes José Diez Terreros, el consul es- pañol el intendente municipal y el vicealmirante González Fernández. En su alocución, el representan- te del gobierno de España anunció la pronta creación de una agencia consular en la ciudad de Punta Alta, noticia recibida con alborozo por la concurrencia. Según una nota aparecida pos- teriormente en el periódico local El Regional, “la Sociedad Española de S. Mutuos activa la realización del proyecto denominado Fundación del Teatro en el céntrico terreno adquirido para tal fin”. Y el artículo ofrece una detallada descripción de la futura obra: “Se trata de una importante obra con salón de forma de herra- dura, como se estila, con palcos la- terales bajos de cómodo y agrada- ble efecto y con locales en la planta baja para negocios y exposiciones. La planta alta sobre el frente estará destinada a sala de fiestas, reuniones sociales, etc. El frente, según los planos que ya pudimos ver, será de estilo Renacimiento español y ocupará el ancho del edificio (22 a 24 metros lineales). Con tal motivo contará nuestra población con un teatro moderno y confortable que vendrá a poner una nota más de progreso y de cultura a nuestro medio y a valorar la edifica- ción importante de la localidad” 76. A fines de 1930 se llevó a cabo una Asamblea, con el objeto de so- licitar autorización de los socios para vender en subasta pública los cuatro lotes de la sociedad ubicado en la calle Roca entre Urquiza y Ro- sales. También se autorizó la venta de los materiales de la propiedad de la calle Irigoyen, en la que se construiría el teatro social77, accio- nes con la que se logró buena parte del financiamiento necesario para efectuar la edificación. Finalmente los martilleros José P. Varela y Estanislao Boffi, re- mataron “sin base y al mejor pos- tor todos los materiales existentes en el terreno destinado a la cons- trucción del edificio social y teatro de la Sociedad Española, en la calle Bernardo de Irigoyen 137”78


76 El Regional ,25 de septiembre de 1930, p.1 77 Cfr. El Regional ,6 de noviembre de 1930, p.5 78 El Regional ,16 de noviembre de 1930, p.3


A partir de ese entonces, los tiempos se aceleraron y las noticias que existen en la documentación se suceden unas a otras con gran ve- locidad, de modo que se nos ofrece un panorama de acción decidida en pos de un logro mayúsculo. Es menester recordar que eran esos días aciagos para el mundo en general y para la Argentina en parti- cular: desde octubre de 1929, cuan- do cayó estrepitosamente la bolsa de Nueva York, una crisis económi- ca sin precedentes se abatió sobre el aparato productivo del planeta. En la Argentina, bajaron los precios de los productos agropecuarios (la principal fuente de divisas del país) y las principales economías del mundo abandonaron el librecam- bio y se encerraron en sí mismas, obstruyendo el flujo comercial y de capitales hacia las economías emergentes como la Argentina, que abandonó bruscamente su ciclo de prosperidad. Estas convulsiones económicas afectaron asimismo el mapa político, ya que se sucedieron regímenes autoritarios en algunos países (la ascensión de Adolf Hitler en Alemania es paradigmática en ese sentido); el 6 de septiembre de 1930, el general José Uriburu de- puso al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen e inició un triste período de medio siglo de inestabi- lidad política en la Argentina. Ante este panorama, cobra mayor valor la acción decidida de los españoles puntaltenses que en esa convulsionada época se aboca- ron a la construcción de un proyec- to de tamaña magnitud. En agosto de 1931 se abrieron propuestas pro-construcción del Teatro Español, habiendo pasado a estudio de la Comisión Técnica para evaluación las cinco propuestas presentadas79. Finalmente la obra fue adju- dicada a: F. Marseillán y Cía, quien realizó el proyecto y dirección; a cargo del Departamento de arqui- tectura estaban el Ing. Civil Guiller- mo L. Martín y el Ing. Civil Segundo Fernández. La construcción estuvo a cargo de Manuel Muradás80. Fue tal el ritmo adquirido por la obra que, meses después, “El domingo 8 de enero, al mediodía se efectuará en el teatro que constru- ye la Asociación Española de Soco-


79 Cfr. El Regional ,9 de agosto de 1931, p.3 80 Gallego, nació en Orense en 1888 arribó a Punta Alta en 1907, previo paso por Rosario, para trabajar en la construcción de los polvorines de la Base Naval. Aquí desempeñó una intensa labor de constructor, y sus obras de relevancia fueron: el edificio del Banco de la Nación Argentina (en colaboración con Diletto Gaudino), la Escuela de Aviación Naval de P. Belgrano, el salón comercial de Roca e Irigoyen donde funcionó la Casa Bargueño y la actual sede del Archivo Histórico Municipal, residencia de Calixto Barbieri, en Mitre y Humberto I. Además fue uno de los fundadores de la Cooperativa Eléctrica local. Falleció en 1957 (Cfr. Tótoro, José Gaspar, pp. 287 y ss.)



Ing. Fernandez Long Co-autor del proyecto Ing. Guillermo Martin Co-autor del proyecto



rros Mutuos en la calle Irigoyen un almuerzo popular a la criolla, cele- brando la inminente terminación de la obra”81. No obstante la euforia, aún se tardarían dos años para la pues- ta en funcionamiento del Teatro. Cuando la sala se hallaba prácti- camente lista, se decidió firmar el contrato con “…la empresa Turi y Amadeo, propietarios del cine La Marina y dos caracterizados vecinos de la colectividad española , para la ex- plotación del Teatro que dicha en- tidad está construyendo en la calle Bernardo de Irigoyen y que , como se sabe, será uno de los más mo- dernos y de mayor capacidad de la provincia” 82. Días después, el mismo perió- dico anticipaba la pronta apertura del coliseo, del cual el cronista vol- vía a enorgullecerse: “Con toda celeridad se vienen llevando a cabo los trabajos finales para la inauguración del gran teatro construido por la Asociación Espa- ñola de Socorros Mutuos en la calle Bernardo Irigoyen, cuya inaugura- ción se llevará a cabo, salvo impe- dimentos de fuerza mayor el jueves próximo.


81 El Regional ,29 de diciembre de 1931, p.1 82 El Regional ,23 de febrero de 1933, p.1


Con este propósito una legión de obreros da los últimos toques a las obras de albañilería y pintura y por otro lado, ingenieros y armado- res llegados de la Capital Federal proceden a la instalación del po- deroso equipo sonoro de proyec- ción doble, instalaciones eléctricas colocación de butacas, cortinados, etc., a fin de que los deseos de la empresa concesionaria y la ansie- dad de nuestro público, no se vea defraudada. Ajustado a los cánones de esti- lo moderno, el Teatro Español será una de las mejores salas de espec- táculos de la provincia, contando con capacidad para 1.200 especta- dores. La profusa iluminación a luz difusa, las butacas muelles y sua- ves, los más modernos aparatos de proyección, en fin, ha sido cuidado al detalle para hacer de la sala un elegante alarde de buen gusto. Con motivo de la inauguración será presentada la película del sello de la Metro Goldwyn Meyer, titulada “El Amor no Muere”, cuyo estreno ha de marcar un brillante aconteci- miento en la temporada. “El Amor no Muere”, es una obra llena de dulzura y exquisitez. Su trama constituye una página conmovedora de vida impregnada de amor y dolor. Norma Shearer es la heroína de este romance. Frede- ric March es su compañero. Ambos forman una pareja simpática, tanto por su capacidad artística como por la humana fuerza que anima a los personajes que encarnan” 83. Inmediatamente los miem- bros de la Comisión directiva se die- ron a la tarea de buscar un nombre para la sala y, finalmente, se decidió nombrarla “Teatro Español”84 Sin embargo, el Teatro Espa- ñol no se inauguró en la fecha pre- vista, pese a estar casi lista la sala, según un cronista: “Breves días antes de la inau- guración oficial de esta sala , tuve oportunidad de visitarla y recorrer todo su interior , hasta los deta- lles más mínimos , por lo que pude comprobar que esta nada envidia a una similar de la metrópolis ; salvo el pequeño detalle de la omisión de los palcos nada puede objetarse. El Señor Turi nos adelanto que para las fiestas mayas tendremos entre nosotros al cantor Carlos Gardel”85. La sala abrió sus puertas el 29 de abril de 1933, con el debut de la famosa compañía Díaz Perdiguero, poniendo en escena la hilarante co-


83 El Regional ,23 de abril de 1933, p.7 84 Cfr. El Regional ,5 de marzo de mayo de 1933, p.3 85 El Regional ,30 de abril de 1933, p.3


Celebración durante la obra del Teatro Español, circa 1932.


media “Los cuatro caminos”. El teatro era un magnífico edi- ficio que reunía todas las caracte- rísticas fundamentales para ser considerada una moderna sala de espectáculos. Una ecléctica obra de gran escala, con una funcionalidad muy simple. El foyer, muy cómodo y de gran amplitud estaba dotado con boleterías, baños y taquillas para los espectadores. La sala tenía una dimensión de 29 metros de longitud, 16 metros de ancho y 13.5 de alto. La platea baja posee una capacidad para 610 personas y la bandeja superior, so- portada por una viga reticulada de 16 metros de luz, estructura reali- zada totalmente en Punta Alta, po- día albergar 390 personas más. El acceso a ésta se realizaba por dos amplias escalinatas realizadas en marmolina. La sala poseía cuatro salidas laterales a dos pasajes abiertos como medidas de seguridad para evacuarla, medida de seguridad que en la época resultaba muy avanza- da y ponía a la sala teatral española a la altura de los más importantes coliseos argentinos. El escenario contaba con las siguientes dimensiones: una boca de 9.3 metros de ancho por 7.5 de alto, 14 metros de ancho por 14.75 de profundidad y 14.75 desde el piso al enrejado técnico. Esta estructura permitía realizar los cambios ne- cesarios de decorado, iluminación, escenografía, etc.,. Además conta- ba con un sistema de tuberías de


Vista de la sala totalmente colmada de público, durante unos de los concurridos y populates matinés. 1935 Integrantes de la empresa concesionaria del teatro. 1935


Frente del edificio previo a la construcción de la fachada actual, donde se puede observar el retiro de la línea municipal. 1939


agua del servicio de incendios pre- parada para descargar 24000 litros de agua en pocos minutos y poder combatir cualquier siniestro en sus fases iniciales. La calefacción central era pro- vista por un sistema regulable de circulación de agua caliente y la ilu- minación, moderna para la época, esta constituida por un armazón de hierro y vidrio. Pertenecía al tipo de sala de doble platea con capacidad para mil personas. Se realizó en dos etapas, primero la sala con platea alta, es- cenarios y camarines. Posteriormente, el domin- go 7 de mayo, la Asociación realizó, en el bar “Derby”, un lunch cele- brando la terminación de las obras del Teatro Español. Fue todo un acontecimiento social para Punta Alta, como se puede apreciar en la lista de asistentes. Efectivamente, entre los invitados al ágape se en- contraban autoridades de la Base Naval, el Cónsul de España en Ba- hía Blanca, el Intendente Municipal, periodistas, y demás asistentes86. El Teatro Español se encontró funcionando plenamente a partir de su inauguración. Tal es así que, como lo ha- bía prometido Turi, el 22 de mayo de 193387 actuó Carlos Gardel. Su segunda visita consignada a Pun- ta Alta y la primera (y única) como cantante solista y estrella indiscu- tida del cancionero popular, generó expectativas que fueron grande- mente colmadas. El éxito de su pre- sentación lo consignan las crónicas periodísticas88 y las 853 personas que, según consta en el bordereaux del teatro, oyeron al cantor. Empero, la obra del edificio no terminó allí. Si bien las instala- ciones básicas estaban realizadas, restaba ejecutar el frente, que le daría identidad al conjunto y lo pro- yectaría como pieza invaluable ar- quitectónica puntaltense.


86 Cfr. El Regional ,4 de mayo de 1933, p.3 87 Esta fecha es confirmanda no solamente por los diarios de la época sino también por el bordereaux del Teatro, que se conserva en la Asociación Española de S.M. de Punta Alta 88 Cfr. La Nueva Comuna, 23 de mayo de 1933, p.3



4. La SOcIedad eSPañOLa y La GueRRa cIVIL



4.1. La República Española Puede decirse, sin ánimo de equivocarse, que la infausta Guerra Civil Española fue el colisión suma- mente violenta entre dos Españas que hacía rato estaban en curso de colisión: por un lado la de los republicanos, de raigambre demo- crática, anticlerical e izquierdista que apoyaban la Republica Españo- la proclamada en 1931 y la de los nacionalistas que fueron apoyados por los monárquicos, los militares y católicos, que estaban a favor de la restauración de la corona y la impo- sición de un régimen de fuerza. Ya desde el siglo XIX la lucha entre estas dos grandes facciones se alternaron en diversas luchas, las más notorias de las cuales fue- ron las Guerras Carlistas entre ab- solutistas monárquicos y liberales que van a convulsionar al país con intervalos, desde 1833 a 1876. La Segunda Republica Espa- ñola89 se proclamó en 1931 cuando al ganar los partidos republicanos las elecciones comunales, el rey Alfonso XIII se vio forzado a abdicar, muy desprestigiado por el apoyo tá- cito dado al dictador Miguel Primo de Rivera, que gobernó España con mano dura desde 1923 a 1930 No es el lugar de realizar aquí una historia del régimen de la Se- gunda República ni de la Guerra Civil. Solamente se dirá que las causas profundas de la cruenta lu- cha fraticida hay que inquirirlas en la muy marcada polarización de po- lítica española, profundizada en los años previos. En los años previos al estallido de la contienda, cualquier observa- dor atento podía observar nubarro- nes de tormenta recortados contra el cielo de fondo de las dos Españas cada vez más encontradas90. Más allá de las contradicciones mismas del régimen republicano (cuyo arco ideológico abarcaba des- de partidos y grupos liberales, so- cialistas y un pequeño movimiento Comunista dividido entre stalinistas y troskistas), la acción de grupos reaccionarios precipitó el inicio de la contienda. La alta burguesía industrial y terrateniente, los militares y la je-


89 La efímera Primera República (1873-1874) fue proclamada en el seno de las convulsiones carlistas 90 Unos meses antes de la sublevación de Franco y el estallido formal de la lucha, Salvador Dalí pintó un cuadro al que tituló: Construcción blanda con judías cocidas y que posteriormente sería bautizado como Premonición de la guerra civil. En él se observa, bajo un cielo azul del Mediterráneo cargado de nubarrones, un cuerpo desmembrado y roto, totalmente tensionado, con enormes manos sujetan los huesos como si fuesen armas. Críticos hay que ven en esta rotura, el desgarramiento y el enfrentamiento social y político español. Cuadro dramático sobre el conflicto hispano: el cuerpo destrozado y roto parece querer destruirse a si mismo, simbolizando la contradicción interna de España. Actualmente está en la colección del Philadelphia Museum of Art. Pese a todo, Dalí tuvo simpatía por el franquismo y el fascismo en general y nunca renegó de sus posturas políticas.


rarquía católica se negaban a per- der los privilegios conseguidos bajo la monarquía y especialmente bajo el reinado de Alfonso XIII en favor de las clases proletarias y subalter- nas. Esta merma de prerrogativas fue consecuencia directa de las pro- fundas reformas sociales empren- dida por los gobiernos republicanos de centro e izquierda. Entonces, la derecha buscó en la acción armada devolver el poder real y los privile- gios a las clases que los estaban perdiendo, y se afanó por eliminar a todos los elementos que pudieran pensar de otra manera: esto dio ori- gen a la represión indiscriminada contra los obreros, campesinos e intelectuales que tenía lugar desde el mismo momento en que las tro- pas rebeldes entraban en cualquier pueblo o ciudad. En este sentido, el fusilamiento de Federico García Lorca es emblemático. La Guerra Civil comenzó en julio de 1936 cuando el general Francisco Franco se sublevó con- tra el gobierno legítimo en nombre de las monarquía y culminó con la toma de Madrid y la instauración del régimen franquista en abril de 1939, régimen que terminaría en 1975 con la muerte de Franco y la instauración de la democracia. Fue un campo de batalla donde se alinearon diversos apoyos políti- cos. Abiertamente, gobiernos como la URSS apoyaban a la República, mientras que la Alemania nazi y la Italia de Mussolini lo hacían por los


Desfile de las tropas republicanas por la calle del Duque. 1936


nacionalistas. Incluso, allí las na- ciones probaron en combate parte del armamento que usarían para la siguiente carnicería global: la Se- gunda Guerra Mundial. El bombar- deo de la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril de 1937 por parte de la aviación nazi, es un símbolo de esta lucha encarnizada. Las consecuencias para Es- paña fueron desastrosas. Además de las pérdidas en vidas (las cifras varían entre el medio millón y el mi- llón de muertos) y materiales, gran parte de su intelectualidad murió en la contienda o se desterró lue- go del triunfo franquista, principal- mente a Francia o a América Latina. Lingüistas como Américo Castro y Amado Alonso; filósofos como José Ortega y Gasset y José Ferrater Mora; el historiador Claudio Sán- chez Albornoz; poetas como León Felipe, Antonio Machado, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Francisco Ayala, y Juan Ramón Jiménez; pin- tores como Pablo Picasso; músicos como Manuel de Falla y Pau Casals, entre tantos, sufrieron el exilio. 4.2. Repercusiones de la Guerra Civil en la Argentina Lógicamente, la gran colonia española en la Argentina se vio conmocionada por los sucesos que acaecían en la Madre Patria. Todo el país se dividió y tomó partido por uno u otro bando. Los partidos políticos, la prensa y los di- versos grupos sociales se pronun- ciaron más o menos abiertamente y las polémicas estallaban en todos los ámbitos, públicos y privados. Se enviaron colectas de todo tipo, en dinero y/o especies, ya ha- cia la República, ya hacia los insu- rrectos. Además, se reclutaron vo- luntarios tanto argentinos nativos como de extranjeros de diferentes nacionalidades que se ofrecían para combatir en España. Aquellos que simpatizaban con los partidos de izquierda o proletarios, junto con liberales, formaron contingentes para apoyar a la Repúbica. Los que poseían simpatías por los regíme- nes totalitarios de derecha (fascis- mo o nazismo), o temían una “Espa- ña Roja”, se alistaban entre las tro- pas nacionalistas o franquistas91.


91 Cfr. Casas, Saúl Luís: La guerra civil española y la sociedad política argentina en el marco de la ayuda a la República (1936-1941), Tesis de Maestría, Universidad Nacional de La Plata, 2005


Como no podía ser de otra ma- nera, la colectividad española se escindió y las antiguas asociacio- nes se vieron muchas veces dividi- das; surgieron a lo largo de Argen- tina centros españoles con clara filiación republicana o franquista, que organizaban fiestas, orfeones o kermeses para la recolección de fondos a fin de defender su causa. 4.3. La Guerra Civil y los españoles puntaltenses Ante el estallido de la contien- da, seguramente tuvo que haber hondas repercusiones en la colec- tividad española puntaltense, pero los escasos documentos existentes casi no las mencionan, y cuando lo hacen, es de manera tangencial. Solamente, a nivel institucional, se estudiará por tanto, la posición de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Punta Alta, en tanto ór- gano oficial de nucleamiento de la colectividad local. El cambio de régimen político en la España de 1931, de la monar- quía a la república, no parece haber tenido mayor repercusión en el seno de la comisión directiva. Un hecho que no deja de llamar la atención es que no hay constancia alguna en actas que la Asociación haya reque- rido a las autoridades republica- nas la nueva bandera del régimen (con tres franjas horizontales roja, amarilla y morada), que sustituía a la tradicional, tal como hizo, por ejemplo, la Asociación Española de Socorros Mutuos de Neuquén92. Aunque es probable que, en el caso de Punta Alta, en algún momento el consulado haya enviado alguna, como es norma en estos casos. Una vez que estalló la Guerra Civil, tampoco la Asociación Es- pañola tomó una clara posición al respecto, manteniéndose en una postura de neutralidad que impul- saba su Comisión Directiva, ampa- rada en los estatutos sociales que marcaban la prescindencia de toda actividad política. De este modo, unos meses después de producirse la subleva- ción franquista y el consiguiente inicio de las hostilidades, se negó a un pedido de ayuda de los republi- canos: “El Centro Republicano Es- pañol de Buenos Aires, envía una circular a la que acompaña listas de suscripción y estampillas Pro- junta Nacional de Socorros de Ma- drid, solicitando la cooperación de esta Comisión Directiva para la re- colección de fondos, ropas y otros


92 Cfr. Calderón, Carlos y Silvia Zanini: Asociación Española de Socorros Mutuos de Neuquén. p. 144


artículos destinados a ser enviados a las fuerzas del Gobierno Legítimo de España. Después de un cambio de ideas al respecto, se resuelve contestar por nota devolviendo las listas y estampillas recibidas y manifestan- do que, esta Comisión Directiva no puede prestar la cooperación que se le solicita por considerar un acto político la propaganda o el envío de recursos a uno de los dos bandos que luchan en España y por estarle prohibido por el Reglamento social actuar en actos de esa naturaleza” 93. Lo escueto del acta impide co- nocer el tenor de ese “intercambio de ideas”, si fue o no breve, si fue o no apasionado y cuáles argumentos sustentaba cada opinión. Empero, la resolución de la comisión directi- va no parece haber generado mayo- res polémicas y si hubo entredichos seguramente surgieron por fuera de la institución. En la misma reunión se deci- dió el envío de fondos de una colec- ta ($420) a la Cruz Roja Española. Para ello se debía girar el dinero a la Asociación Patriótica Españo- la de Buenos Aires para que se la remita al Presidente de la Comisión Cooperadora de la Cruz Roja Espa- ñola “a fin que llegue a los dos ban- dos en lucha”94. Nuevamente, en la decisión salomónica, se daba muestra de equidistancia y de neutralidad ante el conflicto. A principios de 1937 se halla otra referencia concreta la Guerra Civil, y la misma respuesta por par- te de la Asociación Española: “El Centro Republicano Espa- ñol de Bahía Blanca, envía una nota en la que se solicita la presencia del señor Presidente o la de un repre- sentante de la Asociación en la re- unión a celebrarse el sábado 20 del corriente, en el Consulado de Espa- ña en aquella ciudad a fin de coor- dinar los trabajos necesarios para la suscripción de “Bonos de Racio- namiento” a favor de los que com- baten al lado del Gobierno consti- tucional de la República Española. Después de un cambio de ideas y de acuerdo con el precedente sentado, se resuelve contestar manifestan- do que esta Comisión Directiva no puede tomar parte oficialmente en actos que signifiquen adhesión a al- guno de los bandos que luchan en España” 95


93 Libro 4, Acta 737, 11 de noviembre de 1936, folio 179. 94 Libro 4, Acta 737, 11 de noviembre de 1936, folio 182. 95 Libro 4, Acta 741, 18 de febrero de 1937, folio 189


Centro Democrático Español. Circa 1936


Esta respuesta llama más la atención que la anterior, ya que aunque procedía de un centro re- publicano, la convocatoria se haría en el Consulado de España, lo que daba a la reunión un carácter ofi- cial; sobre todo si se tiene en cuen- ta que, a la fecha, el único gobierno legítimo y reconocido de España era el de la república. Esta tajante respuesta fue to- mada como definitiva y ya no apa- recieron en las actas ninguna refe- rencia a pedidos de apoyo a uno u otro bando en pugna. Evidentemente, la posición de la Asociación Española de Punta Alta, no era la de la totalidad de los inmigrantes españoles. La lógica indica que éstos estarían divididos entre los sostenedores del gobier- no legítimo y los que apoyaban a los nacionalistas. La escasa documen- tación también presenta indicios que las cosas sucedieron de esta forma. Frente a la plaza, en la calle Murature, había un comité de apoyo al general Miaja96, llamado Centro Democrático Español97. Conformado el 4 de mayo de 1937 estuvo presi- dido por Miguel Cladera, además de formar parte de él R. del Molino, Gezarío, Hernández, P.Carratalá y Ayuso. Era de neto corte republicano y poseía una rama femenina


96 José Miaja fue un militar español, nacido en Oviedo en 1878. Fue una de las personas clave como general en jefe de la Junta de Defensa, en la defensa de Madrid entre noviembre y diciembre de 1936, durante la Guerra Civil Española. Combatió hasta el final de la Guerra, tras cuyo final tuvo que partir al exilio en México, donde murió en 1958. 97 Ramírez, Ariel: “La guerra Civil española en el sur de la provincia de Buenos Aires”, en El Rosaleño,N° 28, marzo de 2006, p.4


Junta Auxiliar Femenina de Socorro a España de Punta Alta y Villa Mitre en el Club Rosario. 1938. (Lorenzo Ramos)


“Iniciada la contienda, en Pun- ta Alta, como en tantas otras ciuda- des del país, se iniciaron grupos de ayuda hacia España en guerra. Las primeras actividades nacieron des- de la Sociedad de Damas de la So- ciedad Española, en el mes de Julio de 1936; su fin fue recolectar fondos destinados a la Cruz Roja. Esta idea se expandió por toda la Argentina. Inmediatamente se estableció una Comisión más amplia presidida por el “activo y entusiasta” señor Álva- rez Ortegui. Los aportes recauda- dos se hicieron a través de distintos medios, incluso mediante el aporte directo de dinero. Las crónicas de la época nos citan algunos apellidos, Antonio Monjes, Juan Villoría, Casa Bargueño; Florentino Rubio, Ángel Casas, Vigil Hnos, Marcelino Curto, Reynaldo Bidini, F.Roa, Ramón Pla, Francisco Montes, entre otros” 98 Como puede observarse en el listado anterior, muchos socios de la Asociación española puntalten- se figuraban como colaboradores de la causa republicana, aunque se supone que a título personal, y no en nombre de la entidad, que per- manecía con su política de neutra- lidad. En noviembre, se creó la Co- misión Auxiliar Femenina de Soco- rro a España. Funcionó por espacio de tres años y estaba avalada por el Consulado, por lo que se deduce que era filo-republicana.


98 Ibídem. p.5


Según se comunicaba a la po- blación, “Solicitamos a todas las per- sonas altruistas y de humanitarios sentimientos, cooperen o envíen algún donativo, ya sea víveres, abrigos, medicamentos, piezas de género para la confección de ropa (…) Dentro de poco días las comi- siones femeninas de la Junta Local, visitarán los domicilios de la ciudad dejando en cada hogar una lista do- miciliaria que las mismas comisio- nes irán a retirarlo al día siguiente. También en el local empezará a funcionar un taller de costura (…) Los donativos pueden hacerse en Rivadavia 312. Ellos están nombra- dos y autorizados por el Consulado de España en Bahía Blanca, 19 de Mayo N° 44” 98. Fue su presidenta Estela de Eyroa, y llegó a sumar a sus filas treinta costureras y modistas, para el arreglo de ropa y la colecta de dinero. Ese año se obtuvieron 2.000 kg de ropa, 400 juguetes y 2000 pe- sos. Asimismo actuaron en la ciu- dad muchas asociaciones que te- nían su asiento en la vecina Bahía Blanca y que aquí organizaban festi- vales, rifas o vendían bonos de sus- cripción. La mayor parte de estas agrupaciones eran republicanas. 4.4. La figura de Zabalza Elorga Quizá el inmigrante español en Punta Alta más destacado y de mayor renombre internacional haya sido el navarro Ricardo Zabalza Elorga, cuya vida mereció varios es- tudios académicos tanto en España como en América Latina. Llegó a la Argentina en 1913, cuando contaba con 15 años de edad y se estableció en Bahía Blan- ca en 1919. Empezó a militar en el combativo Sindicato de Empleados de Comercio donde actuó como fo- goso orador y redactor de su órga- no, Evolución. “En sus páginas puede se- guirse la materialización de las características generales del pro- ceso social en el concreto mundo sociolaboral bahiense. Las luchas gremiales con los propietarios de los grandes centros comerciales, el enfrentamiento interno debido a la ausencia de tradición de lucha de los empleados de comercio, la costosa conquista del derecho al descanso dominical y la más difícil todavía aplicación de la ley por la rotunda negativa de algunos impor- tantes comerciantes, las traiciones fomentadas por estos últimos entre los mismos trabajadores, así como la denostada actitud de los crumi- ros, esquiroles, cuando se produ-


donde había fundado una escuela privada. Ha dicho el biógrafo de Za- balza y profesor de la Universidad de Navarra, Emilio Majuelo:


cían conflictos laborales, fueron algunos de los temas informativos que pasaron por las manos de una minoría de esforzados sindicalistas, entre ellos Ricardo Zabalza, para ser publicados en la prensa gremial y dados así a conocer a la ciudada- nía bahiense” 99. Tras uno de los conflictos más agudos Zabalza fue despedido de la tienda en la que trabajaba en Bahía Blanca. De allí pasó a emplearse durante unos meses en los grandes silos de embarque de grano en el puerto Ingeniero White. Allí trabó amistad con un coterráneo, Higinio Gallego quien, en 1921, lo conven- ció para establecerse en Punta Alta, “Zabalza se tuvo siempre por maestro y, a lo largo de su vida, el ser así considerado fue para él un timbre de orgullo. De muy joven ha- bía estudiado los niveles educativos requeridos para llegar a ejercer el magisterio. Su padre que fue médi- co rural en pequeñas villas en Na- varra tuvo que ir arrastrando, por decirlo así, a su familia conforme cambiaba de destino. Por ello los estudios que fue realizando Zabalza no fueron presenciales en un de- terminado centro sino que los fue abordando por libre, con ayuda de su progenitor y estudiando en so- litario por su cuenta. La tradición familiar ha recogido, aunque no esté definitivamente asentado, que superó las diversas pruebas a las que anualmente debía presentarse con enorme brillantez. En cualquier caso de lo que no cabe ninguna duda es que Ricardo no había finalizado los estudios de magisterio cuando en el invierno europeo de 1913 se embarcó rumbo a Argentina. Pues fue precisamente a su vuelta cuan- do los llegó a culminar de manera definitiva” 100.


99 Majuelo Gil, Emilio: “Ricardo Zabalza Elorga. Un dirigente obrero en Punta Alta”, pp. 4 y 5 100 Majuelo Gil, Emilio: “Ricardo Zabalza Elorga. Un dirigente obrero en Punta Alta”, p. 4


Ex Colegio Sarmiento, en Luiggi al 100 (década de 1920)


Primero como profesor y, luego del regreso de Gallego a la península, también como director, las aulas del colegio “Sarmiento” lo vieron en su labor docente. La escuela quedaba en el viejo edificio de calle Luiggi, donde funciona un local de diversión nocturna. “La idea de que fue un docen- te innovador fue generalizada entre los entrevistados, y se recordaban los dulces momentos de las salidas a determinados lugares de los alre- dedores de la localidad para apren- der in situ cuestiones relacionadas con la naturaleza, la vegetación, la fauna y la economía agraria de la zona. El afán renovador en la pe- dagogía a utilizar con los niños era para Zabalza algo consustancial a su manera de proceder pues la difusión de la cultura debía empe- zarse desde los primeros niveles de aprendizaje y continuar durante la época adulta en otras institucio- nes o bien públicas o de iniciativa colectiva. El saber fue para él una de las herramientas que los oprimi- dos podían poner a su servicio para acabar con el sistema de domina- ción social, convencimiento por otra parte profusamente difundido entre sectores de militantes obreros. Para Marcos Nieto fue un culto con- versador, «siempre llevaba un libro debajo el brazo», de larga y funda- mentada argumentación, carente del deseo de dominar al interlocu- tor mediante malas artes retóricas o de su descalificación mediante epítetos vulgares. Su trayectoria pública cuando se convirtió en una figura política en la España republi- cana de los años treinta, responde de manera idéntica al retrato que


hemos elaborado de su estancia en Argentina” 101. Según su biógrafo Emilio Ma- juelo, Zabalza no abandonó jamás su actividad política, que desem- peñó en forma paralela a la de su tarea docente. Permaneció ligado a la Federación Obrera bahiense que coincidentemente con su llegada fue organizada en Punta Alta. Tomó parte en numerosos actos públicos como orador invitado, y siguió es- cribiendo sobre la situación socio- laboral de las clases trabajadoras puntaltenses. “En definitiva iban gestan- do una cierta cultura obrera en la que participaban diversos sectores de trabajadores de la localidad. En 1928 el propio Zabalza escribió una breve obra teatral titulada «Soñado- res» que encaja a la perfección en este esquema de producción cultu- ral, participación popular y concien- ciación colectiva, tan importante sin embargo para entender las res- puestas obreras a la situación vivi- da. Su amigo y antiguo compañero en el gremio de los Empleados de Comercio, Antonio Marcellino, es- critor a su vez de otras obritas lite- rarias de similar carácter, recordó a Zabalza bastantes años después, hacia 1936, como una de las piezas incansables del panorama socio- cultural y político bahiense” 102. En 1928 Zabalza organizó el Centro Libertad de carácter anti- fascista y publicó una revista, Im- pulso, ubicada entre la alta cultura política y la creación literaria. En dicho órgano, “…mantuvo Ricardo los viejos temas que le habían preocupado durante todos esos años: el laicis- mo y anticlericalismo, la memoria de los considerados mártires de la causa obrera como el pedagogo Ferrer i Guardia fusilado en Barce- lona acusado de ser responsable de los sucesos durante la deno- minada Semana Trágica en 1909, la defensa de los ya mencionados Sacco y Vanzetti o el recuerdo de la Comuna de París, el antibelicismo y la lucha antifascista en la que fue denunciando los regímenes dicta- toriales del momento empezando por los encabezados por Musso- lini, el general Primo de Rivera en España o por el coronel Ibáñez en Chile; a todos ellos dedicó un es- pacio constante en la revista. Ésta además incluía textos significativos


101 Majuelo Gil, Emilio: “Ricardo Zabalza Elorga. Un dirigente obrero en Punta Alta”, p.6 102 Majuelo Gil, Emilio: “Ricardo Zabalza Elorga. Un dirigente obrero en Punta Alta”, p.6


de reputados intelectuales como Emile Zola, Henri Barbusse, Leon Tolstoi o José Ingenieros, además de ubicar apartados dedicados a la producción poética de escritores locales y populares, entre los que debemos incluir al mismo Zabalza pues desde temprano había cultiva- do modestamente la poesía. Impul- so incluía igualmente algunas notas breves sobre la situación social en Punta Alta y Bahía. Como se ve, fue ésta una experiencia editorial de calidad para la vida cultural de la localidad que desapareció cuando Zabalza marchó a visitar temporal- mente a su familia en Navarra pero con la idea de regresar de nuevo a la Argentina” 103. Decidido a regresar a Es- paña, visitar sus parientes y luego regresar, Zabalza se embarcó para la península en 1930, pero entu- siasmado con la situación política imperante (el final de la dictadura y el inminente comienzo de la repú- blica que plasmaría los ideales iz- quierdistas por los que había lucha- do en Punta Alta), decidió quedar- se. Además, el golpe de septiembre de 1930 en la Argentina no permitía avizorar el futuro aquí de la misma forma en que lo cabía en España. En la república ocupó varios cargos electivos y se transformó en un dirigente político de impor- tancia. Fue candidato a diputado en las Cortes Españolas en 1933 por el Partido Socialista Navarro; poste- riormente, secretario general de la poderosa organización campesina Federación de Trabajadores de la Tierra vinculada a la sindical so- cialista Unión General de Trabaja- dores. Además, fue diputado electo a las Cortes en la candidatura del Frente Popular en 1936 represen- tando al partido socialista de Bada- joz. Ya durante la Guerra Civil, fue Gobernador Civil de la provincia de Valencia. Zabalza fue apresado por las fuerzas franquistas y posterior- mente fusilado en febrero de 1940 en Madrid. 4.5 El frente de la Asociación Española Una vez finalizada la Guerra Civil Española, en 1940 se constru- yó la fachada del Teatro Español, el hall y un amplio salón de recepcio- nes. En nuestro país (y en toda La- tinoamérica), a fines del siglo XIX y principios del XX apareció un movi- miento denominado Nacionalismo, expresión plástica de la corriente


103 Majuelo Gil, Emilio: “Ricardo Zabalza Elorga. Un dirigente obrero en Punta Alta”, p.7


Autoridades en la mesa principal del lunch realizado con motivo de la inauguración de las obras de ampliación del Teatro Español. 1940.


ideológica del mismo nombre y que, a contrapelo del Liberalismo euro- peizante dominante entre las élites locales, buscaba retomar aquellos rasgos que entendían como iden- titarios de nuestra cultura: el idio- ma y las tradiciones hispánicas, el catolicismo y (en su vertiente más extrema) la reivindicación de cier- tos elementos indígenas, principal- mente de la cultura quechua. En arquitectura, surgió, de ese modo, el llamado Neocolonial. Este movimiento recreaba los elementos constructivos más ca- racterísticos de la arquitectura que se desarrolló en las colonias espa- ñolas de América a partir del siglo XVI y que genéricamente recibía el nombre de Colonial o Barroco Ame- ricano. Estos componentes constitu- tivos del estilo son: las llamadas comúnmente “tejas españolas”, o “musleras” (porque se realizaban apoyando la plancha de arcilla so- bre el muslo para darle su caracte- rística forma abovedada); columnas o pilastras salomónicas (es decir, con su fuste en forma de espiral he- licoidal); molduras y ménsulas que sirven de adorno; rejas de hierro forjado o madera torneada y tra- bajadas con motivos ornamentales curvos. En Punta Alta, necesariamen- te hubo una adaptación tipológica de dicho estilo. En el caso del Tea- tro Español, su fachada presenta la imagen de los cabildos construidos en las ciudades americanas en los días de la colonia. Cuenta con dos


Numerosa concurrencia en el lunch con motivo de la inauguración de las obras de ampliación del Teatro Español. 1940.


plantas y una línea horizontal acen- tuada por los grandes balcones. Posee una gran arcada en la planta baja que marca el ingreso al edificio, enmarcado por columnas o pilastras que se repiten en la pla- ta alta y culmina en el remate que rompe con la línea de tejas del so- bretecho y se ubican la heráldica y los pináculos. El acceso principal al teatro se realiza a través de un arco car- panel104 que se diferencia de los cuatro arcos de medio punto que corresponden a los comercios ha- bilitados sobre la calle. La misma diferencia de elementos va a repe- tirse en la planta alta a través de la abertura con arcos de medio punto diferentes a las laterales, que son rectas. Pilastras salomónicas, rejas en hierro forjado en balcones y mén- sulas, heráldicas, ornamentacio- nes, tejas y pináculos contribuyeron a la definición de este movimiento adaptando el edificio suntuoso a su entorno. Esta importante obra de nues- tra ciudad fue declarada “Patrimo- nio Arquitectónico” por Ordenanza de Consejo Deliberante de Cnel. Rosales N° 2735 de 2000, forman- do parte del Registro de Obras Pa- trimoniales del Partido de Coronel Rosales.


104 Arco con forma de falsa elipse, trazado con tres circunferencias, tangentes entre sí, de distintos centros. También llamado arco de asa de cesta.


Fachada del Teatro Español. 1941.



ePÍLOGO



En estos últimos años, la Asociación Española de Socorros Mutuos de Punta Alta prosiguió su senda de trabajo fecundo para toda la colectividad y la población en general, que fue su característica más sobresaliente y reconocida. Así se logró a fines de 1995 la puesta en valor del conjunto edilicio, que incluyó la pintura general de la sede social, la colocación de mayólica de estilo colonial y el mejoramiento integral de la soberbia fachada. Toda esta labor, que devolvió el esplendor perdido al magnífico edificio, estuvo a cargo del arquitecto Ignacio Torrontegui, descendiente de una de las más antiguas familias españolas residentes en la ciudad. Entre las mejoras también pueden mencionarse la construcción de dos baños para damas en el quincho de la Institución, el arreglo del piso del Salón de Fiestas y el proyecto de instalación de un ascensor. Para los festejos del Centenario de la Base Naval-octubre de 1996- se donó junto con la Sociedad Italiana, un busto de bronce del ingeniero Luis Luiggi; también la Asociación Española colocó una placa alusiva de bronce. En 1997 se logró ampliar considerablemente la biblioteca; al principio, hubo un acuerdo entre la Asociación y la Biblioteca Alberdi, para que los socios españoles pudieran sacar libros, dado lo reducido de la oferta bibliográfica de la sede social. Posteriormente merced a la colaboración de algunos socios y al aporte del gobierno de España, se logró incorporar a los anaqueles de la institución una buena cantidad de material de lectura que satisface las necesidades intelectuales y de esparcimiento de los asociados. También en 1997 un grupo de señoras socias decidieron crear la Subcomisión de Damas, a fin de colaborar con la Comisión Directiva en labores de índole social. Fue así que en abril de 1998 la recientemente creada agrupación se hizo cargo de la administración del quincho; a fin de prestar un mejor servicio y poder alquilarlo para fiestas y reuniones se compró vajilla y otros enseres. También participó de las mejoras en el Salón de Fiestas (reparación de baños, compra de vajillas, confección de


manteles y cortinas, etc.). Con ello se dio a la entidad de una genuina e importante fuente de ingresos. A pedido de la Asociación, el H. Concejo Deliberante de Punta Alta declaró en abril del 2000 al inmueble “Patrimonio Arquitectónico, Histórico y Cultural”. En 2002 se realizaron cursos de asistencia social a emigrantes españoles y en el 2003 esta Asociación fue nombrada Centro Colaborador de la Embajada de España para brindar información y orientar a los emigrantes españoles en programas de ayuda. En ese año se llevó a cabo la modernización de la Secretaría dotándosela de equipos informáticos y de una secretaria rentada. Como reconocimiento del municipio a la Asociación Española, en diciembre de 2004 la Dirección de Cultura le otorgó el premio “Néstor Franscischelli” por su labor cultural, manifestada en la realización de numerosos programas de índole cultural, que se desarrollaron en su sede o contaron, bien con la organización, bien con el auspicio de la entidad: el Coro Manuel de Falla y su escuela de Danzas Españolas, junto a obras de teatro, exposiciones plásticas, etc. En lo atinente a la atención y socorro de los socios enfermos o con alguna discapacidad (fruto de la edad o de alguna contingencia), la Asociación creó en 2005 un banco de ortesis, a fin de entregar en comodato elementos ortopédicos (muletas, bastones, cuellos ortopédicos y sillas de ruedas). Últimamente, con la idea de mantener y poner en valor el ingreso de la Institución, se recurrió al asesoramiento de la Sra. Patricia Sandrini Muradás de Lorenzo, que en memoria de su abuelo Manuel Muradás, manifiesta su deseo de desarrollar y dirigir el proyecto en forma gratuita. Agradeciendo esta actitud, se concretó brillantemente esta obra, llevada a cabo por el artista plástico local Omar Sirena. De este modo, la Asociación Española de Socorros Mutuos de Punta Alta prosigue la tarea con la que comenzó hace un siglo. Por una cuestión biológica, los españoles nativos han ido dejando lugar a sus hijos y nietos argentinos, pero el espíritu prosigue intacto, concientes que la historia de la inmigración española en Punta Alta y de su Asociación es, prácticamente, la historia de la ciudad. 98


Asociación Española de Socorros Mutuos de Punta Alta


COMISIÓN DIRECTIVA (2010) Presidente Juan Carlos ESCALAS Vicepresidente Daniel Atilio GENES Secretaria Alicia CHAPARRO Pro Secretario Eduardo Raúl DE LA IGLESIA Tesorero Carlos Rodolfo SOLíS Pro Tesorera Ana Inés MEZQUITA Vocales Titulares Augusto Alfredo ALVAREZ José Luís RUBIO ORTíZ Javier MUSSINI Myrta HIMSCHOOT Elsa Josefa UNAMUNO Vocales Suplentes Aurelia ARAMBERRI Severiano ARGÜELLO María Inés GAGO Gladis BIAGGINI Estela Ester MENÉNDEZ Rosario Nélida ZAPATA JUNTA FISCALIZADORA Titular Teresa RODRIGUEZ Pedro ALCARAZ SEDER Ofelia SUÁREZ Suplente Verónica Elizabet RODRIGUEZ Rocío Lorena PEREDA SUBCOMISIÓN DE DAMAS (2010) Presidente Elsa UNAMUNO Integrantes Aurelia ARAMBERRI Alicia CHAPARRO Gladis BIAGGINI Elvia CHIAVAZZA María Inés GAGO Julia HERNÁNDEZ DEL BRíO Myrta HIMSCHOOT Mónica IBARGUREN Catalina LAVIOS Estela Ester MENÉNDEZ Ana Inés MEZQUITA Dora MONTENEGRO Teresa RODRíGUEZ Verónica RODRíGUEZ Genara RUBIO ORTIZ Ofelia SUÁREZ Rosario ZAPATA


COMISIÓN DIRECTIVA (2010) SUBCOMISIÓN DE DAMAS (2010)


bIbLIOGRaFÍa



a. Actas Libros de Actas de la Asociación Española de Socorros Mútuos, 1910- 1940 b. Diarios y revistas Álbum de Punta Alta. 1816-9 de julio-1919, Punta Alta, Talleres Gráficos Nueva Época, 1919 El Regional, Punta Alta, 1933-1945 El Yunque, Punta Alta, 1925 a1927 Gran Álbum de Punta Alta. 1898-1941, Punta Alta, Ed. Sureña, 1941 Nueva Época, 1916-1926 Punta Alta. Ayer y Hoy. Álbum-revista editado con motivo del 33° aniversario de la fundación de Punta Alta. 1898-1931, Punta Alta, s/e, 1931 c. Libros y artículos consultados Amarfil, Romina: La Ría de la bahía Blanca, Punta Alta, Archivo Historico Municipal,2001 Bjerg, María: Historia de la inmigración en la Argentina, Buenos Aires, Edhasa, 2009 Calderón, Carlos y Silvia Zanini: Asociación Española de Socorros Mutuos de Neuquén. Una historia de cien años. Tomo I 1909-1959, Neuquén, EDUCO, Universidad Nacional del Comahue, 2009 p. 144 Casas, Saúl Luís: La guerra civil española y la sociedad política argentina en el marco de la ayuda a la República (1936-1941), Tesis de Maestría,


Universidad Nacional de La Plata, 2005 Caviglia, Jorgelina: Inmigración ultramarina en Bahía Blanca, Centurión,Paola: “Orígenes de la salud pública en Punta Alta”, en El Archivo, N° 12, Punta Alta, diciembre de 2004 Cernadas de Bulnes, Mabel, “Autonomía”, Punta Alta ,Color Graf Artes Gráficas, 1995 Crespi Valls, Antonio et al.: Gran Álbum de Punta Alta.1898-1941, Punta Alta, Ed. Sureña, 1941 Chalier, Gustavo: “2 de julio: la fecha fundacional de Punta Alta o el pasado prefigurado desde el poder”, presentado en el XI Congreso SOLAR, organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México y la U.N.S y desarrollado en Bahía Blanca en noviembre de 2008 Chalier, Gustavo: Las ligas comerciales en Punta Alta y el desarrollo económico de la ciudad (1916-1930), Punta Alta, Archivo Histórico Municipal,2007 Chalier, Gustavo: Los italianos y la construcción del Teatro Colón de Punta Alta, Punta Alta, Archivo Histórico Municipal, 2003 Chust, Alicia: Tango, orfeones y rondallas, Buenos Aires, Carena, 2008 Devoto, Fernando: Historia de la inmigración en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009 Garabedian, Marcelo: La inmigración en la Argentina moderna (http:// www.museoroca.gov.ar/articulos/inmiargentina.pdf) Guardiola Plubins: Historia de los Españoles en Bahía Blanca, Bahía 104


Blanca, Encestando, 1992 Jover Zamora, José María y otros: España: sociedad., política y civilización (siglos XIX –XX), Madrid, Areté, 2001 Majuelo Gil, Emilio: “Ricardo Zabalza Elorga, un dirigente obrero en Punta Alta”, en El Archivo, N° 15, Punta Alta, mayo de 2006, pp. 2-8 Moya, José C.: “La ‘fiebre’ de la emigración: el proceso de difusión del éxodo trasatlántico español. 1850-1930”, en Fernández, Alejandro y Moya, José C.: La emigración española en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Biblos, 1999, pp.19-42 Panettieri, José: Inmigración en la Argentina, Buenos Aires, Macchi, 1970 Ramírez, Ariel: “La guerra Civil española en el sur de la provincia de Buenos Aires”, en El Rosaleño, N° 28, marzo de 2006, pp.4 y 5 Rodino, Hugo: Estudios sobre la comunidad española en la Argentina. Buenos Aires, Cantabria, 1997 Tótoro, José Gaspar: Ellos, los que hicieron, Punta Alta, 2008 Turnes, Antonio: “Los 150 años de la Primera Mutualista de América”, en El diario médico, Nº 50, octubre de 2003 Wolf, Ema y Cristina Patriarca: La gran inmigración, Buenos Aires, Sudamericana, 1991



ÍndIce




PRÓLOGO 1. Inmigración y poblamiento 1.1. Punta Alta y la inmigración 1.2. Inmigración española en la Argentina 1.3. El proceso de poblamiento de Punta Alta 1.4. Los factores de desarrollo puntaltense 1.5. Españoles en Punta Alta 1.6 Inmigración directa a la bahía Blanca 2. Fundación de la Asociación Española de Punta Alta 2.1. La situación sanitaria puntaltense en los albores del siglo XX 2.2. La Sociedad de Socorros Mutuos 2.3. El Mutualismo 2.4. El problema del médico 2.5. Los españoles, pioneros del desarrollo institucional puntaltense 3. El Teatro Español 3.1. Los orfeones 3.2. La actividad orfeónica en Punta Alta 3.3. Se proyecta el teatro 3.4. El edificio del teatro 4. La Sociedad Española y la Guerra Civil 4.1. La república española 4.2. Repercusiones de la Guerra Civil en la Argentina 4.3. La Guerra Civil y los españoles puntaltenses 4.4. La figura de Zabalza Elorga 4.5 El frente de la Asociación Española EPÍLOGO BIBLIOGRAFÍA 07 10 13 14 24 28 30 33 35 37 39 41 47 50 53 55 56 59 67 77 79 81 82 86 90 95 101






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